…”Y levantándose, partió hacia su padre”…
Lc 15:11-32
Jesús
decide deliberadamente construir un relato que permitiera
identificarse, pero poniendo sobre el filo la conciencia de quienes lo
escuchamos.
Un
hijo parte a hacer su propio camino. Desconocemos sus motivaciones:
cansancio de la vida de ese sistema familiar, un modelo del hermano
mayor que no lo convoca, un acto de rebeldía. Esto no lo podemos
afirmar, pero sí podemos suponer que era conciente de que sus actos
causaban dolor y afrenta.
Y
tiene la libertad para irse…y se va. Lejos en varios sentidos…un país
lejano y una lejanía de su crianza y estilo de vida. Los planes no
parecen salir según lo previsto, nadie proyecta terminar con un trabajo
humillante ni quedarse sin ahorros en una época de crisis. O quizás
simplemente no hubo plan…un sinfín del transcurrir.
Lo que podemos suponer con certeza es que “Los
alegres compañeros de juerga, una vez que no pueden quitarle la pena,
se eclipsan y él se encuentra “desterrado” pues experimenta la triste y
humillante condición de extranjero. (…) Se ve arrojado al peldaño más
bajo de la escala social (…) obligado a aceptar el oficio más
despreciado por los judíos”
No
sabemos cuanto tiempo pasó. Mucho o poco, lo transcurrido fue necesario
para que ese joven tomara conciencia de su estado y decidiera que puede
volver. Con un proyecto trunco, volver a un lugar donde dejó un
dolor…sin duda lo que estaba viviendo era peor que enfrentarse a la
supuesta ira de su padre, o al desprecio de su hermano, o el desdén de
su comunidad…Vuelve sin grandes expectativas, por lo que deducimos que
está enfocado en lo complejo de su salida.
Emprende
entonces el proyecto de regreso. No importa hasta donde llegó…sabe que
puede volver. Y no vuelva a la casa, no vuelve a su “barrio”…vuelve a su
padre. Aquel que en algún momento pudo haber sido el representante de
su no autonomía, el impedimento para realizar sus sueños…es hoy quien lo
espera, a quien vuelve.
Así
es el amor de Dios de incondicional y misericordioso, a Quien no le
importa hasta donde nos fuimos…estará allí cuando regresemos. Que este
modelo nos inspire como familias para saber estar al regreso, para
cobijar sin reproches…pero sobre todo para criar, educar y aconsejar en
la libertad que hace que el otro sepa que puede volver. A pesar de que
se hayan tomado decisiones contrarias, que la familia sea el lugar donde
refugiarse cuando los proyectos se frustran y las cosas no salen como
las soñamos.
Cecilia Naddeo y Liz Hillewaert