Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. (Mateo 7:28-29)
La autoridad es un valor devaluado. Se habla de “crisis de autoridad”. Quizá como reacción a muchos años de autoritarismo militar, patriarcal o moralista. Es probable que lo mismo estuviera ocurriendo en los días de Jesús. La autoridad formal y desgastada de los fariseos había creado un vacío de autoridad y si quedaba algún rastro de obediencia en la gente, sólo era por miedo al castigo.
La autoridad es un valor que debemos recuperar. Uno de los orígenes de la palabra es augure de donde viene auge, que significa desarrollo, aumento, crecimiento. En este sentido los que tienen alguna autoridad la ponen al servicio del crecimiento y desarrollo de los demás. Otro de los sentidos originales de la palabra es autor, como dueño o propietario de algo. En este sentido los que estamos bajo autoridad debemos respetar el “derecho de autor” que puede tener un padre, o un profesional, o un jefe.
Pero ¿de dónde deviene la autoridad? En el caso de Jesús, de la total coherencia entre lo que hacía y lo que decía, entre su práctica y su teoría. En el caso de un artista, de su originalidad. En el caso del esposo, de su fidelidad. En el caso de una madre, de su incondicionalidad. En el caso de un discípulo, de la obediencia a su maestro.
La autoridad genuina nunca se impone, es reconocida. La autoridad no sólo es poder, sino servicio. Un servicio a la libertad en desarrollo de otros seres humanos que van siendo cada vez más autónomos y más responsables en su propio proyecto de llegar a ser lo mejor de sí mismos, superando las limitaciones personales y de las circunstancias.
Caminemos este día reconociendo a los que están en autoridad y sirviendo a los que nos reconocen como su autoridad.
Señor, ayúdanos para que cualquiera sea la esfera donde tengamos alguna autoridad no olvidemos que el principio de la autoridad es la obediencia a ti, el Autor de la vida.
JORGE GALLI