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General: UN CORAZÓN DE NIÑO
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 22/03/2017 15:00


                         

- «Felices los que tienen un corazón limpio,

porque ellos verán a Dios»

(Mt 5, 8)


Hacer una relectura de ciertos pasajes de la Sagrada escritura, suele deparar sorpresas. Aunque se  trate a veces de algunos bien conocidos.

Te confieso que siempre pensé, quizás ingenuamente, que Jesús se refería, en esta frase que te ofrezco en el epígrafe, a lo que los teólogos llaman la “Visión Beatífica”. Es decir, a lo que ocurrirá después de la muerte a los que, con la guía e impulso de la gracia, hayan conseguido conservar hasta el fin un corazón de niño (Cf Mt 18, 3), que a ellos se refiere la bienaventuranza. Ellos tendrán con Dios una relación inmediata; cara a cara. Pedí siempre al Señor un corazón así, en la esperanza de que se cumpliera en mí esa sentencia, y en mi vida futura pudiera gozar de su Presencia y visión.

Sigo creyendo que esto es así, por supuesto, sin embargo, hoy creo que el Espíritu “me sopla en el oído” que en esa afirmación hay algo más; algo que hasta ahora estaba escondido a mi comprensión; algo que mi pobreza interior no me permitía ver. Y si hoy lo entiendo, según me parece, es por una especial misericordia de Dios, quien —como siempre que me permite descubrir algo de sus cosas— se apiada de mí limitación y mi indigencia y me da su Espíritu para iluminarme.

Creo descubrir que cuando el Señor habla de los que tienen el corazón limpio, puro, recto, pretende que entendamos que ellos verán a Dios no sólo en una vida futura, sino también aquí y ahora.

Pero cabe que te preguntes: ¿Cómo podría ser esto? ¿Cómo habríamos de ver a Dios aquí, en la tierra; en esta vida mortal?

 

Respondo: ver a Dios aquí y ahora, es hallarlo detrás de los acontecimientos, las personas y las cosas. Descubrirlo como escondido “entre bambalinas” en cada acto de nuestra vida.

Está claro que un corazón avieso; un espíritu tortuoso o mal intencionado no podría entreverlo ni adivinarlo jamás. Él quizás, y con extrema dificultad, podría adivinarlo en un acontecimiento gozoso, pero de ningún modo lo vería en el dolor de una pérdida, en la tristeza de una despedida o en la angustia de una enfermedad. Los racionalistas a ultranza -aunque tengan un barniz de fe- también padecen de una intrínseca incapacidad para ver a Dios en las cosas cotidianas que enfrentamos. Todo lo interpreta según la pura lógica humana.

Para los que tienen el corazón puro, un corazón de niño, en cambio; aquellos en los que la fe y la esperanza han echado raíces, el Rostro amoroso del Padre asoma siempre detrás de todo lo que ocurre en sus vidas, porque ellos saben que «Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman» (Ro 8, 28). Aunque no hayan leído a Pablo o no recuerden sus palabras, el Espíritu en su corazón les sopla que pueden confiar en la bondad del Padre misericordioso.

Los de puro corazón son los que ahora van abriendo camino, los que avanzan en la primera línea hacia la completa y total divinización del hombre, según el rumbo que  Dios mismo nos marcó en la persona de su Hijo Jesús, el Verbo hecho carne, con el impulso vivificante y enriquecedor del Espíritu Santo.

 

Sólo quien tiene un puro corazón, podría ver, en aquel Niñito de la cueva, nacido entre animales, el auténtico Rostro del Dios eterno e inmortal. Y, por supuesto, sabrá ver la sonrisa de Dios, en la alegría de un reencuentro, en la belleza de un paisaje o en la esperanza de un nacimiento. Lo descubrirá en el gozo íntimo que produce una música bella, una pintura o un poema,  obras del ingenio humano, don del Creador, que es el único verdadero Artista y en cada uno pone algo de Sí. Pero también podrá, y sólo él, descubrir el Rostro sufriente del Cristo de la Cruz en el pecado del hombre, que causa el dolor de sus hermanos; en el enfermo o el que está solo, en el pobre y angustiado; en la víctima de la opresión y la injusticia. En fin: en la cotidiana realidad de la comunidad humana.

Él hombre de corazón puro verá esos rostros y sabrá que Cristo está ante sí, presente en cada uno de ellos. Y en ellos lo verá. Y lo descubrirá también en su propia cruz y su dolor.

 

¡Felices, sí, felices aquellos que tienen un corazón puro; un corazón de niño!

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 22/03/2017 18:41

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Gracias hermano Néstor, gracias a Dios por haber restaurado nuestros corazones y habernos dado metas eternas. Dios les bendiga a usted y a su esposa, Araceli

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 23/03/2017 12:34
Es cierto, querido amigo. El mensaje del Evangelio es una contracultura que hace que quienes nos embarcamos en seguir al Mesías estemos remando contra la corriente del mundo. Ayer justamente en uno de los grupos de discipulado que coordino, mencionaba "la locura de la Cruz". Que nos hace ver como tontos a los ojos de los hombres, pero hace que el Señor nos llame: "bienaventurados". 
Quiero seguirlo, con todas mis fuerzas. Quiero que siga golpeando en mi corazón de piedra para que palpite cada vez con más fuerza y vaya mutando en un corazón de carne. 
¡Quiero ser como niño!
¡Quiero ver a Dios, también en esta vida! 
Gloria a su bendito Nombre.

Con tu permiso, compartiré este mensaje en redes sociales.

HÉCTOR

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Néstor Barbarito Enviado: 24/03/2017 12:01
Sí, Héctor. La Cruz de Cristo es una locura. Tener un corazón de niño en medio de una sociedad en la que reina la mentira, el engaño y la prepotencia, también. La misericordia es una mercadería fuera de lugar en el mercado del  mundo. Pero es lo que Jesús nos heredó, y bueno es pedir su gracia para seguirlo hasta las últimas consecuencias.
Es una gran honra para mí, que un maestro de la Palabra se valga de un par de ideas de mi pobre "caja de aserrín"  para un tan noble fin como proponerla a sus hermanos.. 


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