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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 07/04/2017 14:07


¡La Primera Carta del Apóstol Pedro lleva en sí una carga extraordinaria! Es necesario leerla una, dos, tres veces para entender esta carga extraordinaria: logra infundir gran consolación y paz, haciendo percibir cómo el Señor está siempre junto a nosotros y no nos abandona jamás, sobre todo en los momentos más delicados y difíciles de nuestra vida. Pero, ¿cuál es el secreto de esta Carta,  y en modo particular del pasaje que hoy hemos escuchado (Cfr. 1 Ped 3,8-17)? Esta es la pregunta. Yo sé que ustedes hoy tomarán el Nuevo Testamento, buscarán la Primera Carta de Pedro y la leerán con calma, para entender el secreto y la fuerza de esta Carta. 

El secreto está en el hecho de que este escrito tiene sus raíces directamente en la Pascua, en el corazón del misterio que estamos por celebrar, haciéndonos así percibir toda la luz y la alegría que surgen de la muerte y resurrección de Cristo. Cristo ha resucitado verdaderamente, y este es un bello saludo para darnos en los días de Pascua: “¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo ha resucitado!”, como muchos pueblos hacen. Recordándonos que Cristo está vivo y habita en cada uno de nosotros. Es por esto que San Pedro nos invita con fuerza a adorarlo en nuestros corazones (Cfr. v. 16). Allí el Señor ha establecido su morada en el momento de nuestro Bautismo, y desde allí continúa renovándonos y renovando nuestra vida, llenándonos de su amor y de la plenitud del Espíritu. Es por esto que el Apóstol nos exhorta a dar razones de la esperanza que habita en nosotros (Cfr. v. 15): nuestra esperanza no es un concepto, no es un sentimiento, no es un montón de riquezas: ¡no! Nuestra esperanza es una Persona, es el Señor Jesús a quien reconocemos vivo y presente en nosotros y en nuestros hermanos, porque Cristo ha resucitado.

Entonces, comprendemos que de esta esperanza no se deben dar tantas razones a nivel teórico, con palabras, sino sobre todo con el testimonio de vida, y esto, sea dentro de la comunidad cristiana, sea fuera de ella. Si Cristo está vivo y habita en nosotros, en nuestro corazón, entonces debemos también dejar que se haga visible, no esconderlo, y que actúe en nosotros. Esto significa que el Señor Jesús debe ser, cada vez más, nuestro modelo de vida, y que nosotros debemos aprender a comportarnos como Él se ha comportado. Vivir como Él vivió. La esperanza que habita en nosotros, por tanto, no puede permanecer escondida dentro de nosotros, en nuestro corazón: si no, sería una esperanza débil, que no tiene la valentía de salir fuera y hacerse ver; sino que nuestra esperanza, como se ve en el Salmo 33 citado por Pedro, debe necesariamente difundirse afuera, tomando la forma exquisita e inconfundible de la dulzura, del respeto, de la benevolencia hacia el prójimo, llegando incluso a perdonar a quien nos hace el mal.

Queridos amigos, comprendemos también por qué el Apóstol Pedro nos llama «dichosos», cuando tengamos que sufrir por la justicia (Cfr. v. 13). No es sólo por una razón moral o ascética, sino que es porque cada vez que nosotros tomamos parte a favor de los últimos y de los marginados o que no respondemos al mal con el mal, sino perdonando, sin venganza, perdonando y bendiciendo, cada vez que hacemos esto nosotros resplandecemos como signos vivos y luminosos de esperanza, convirtiéndonos así en instrumentos de consolación y de paz, según el corazón de Dios. Así, adelante con la dulzura, la mansedumbre, siendo amables y haciendo el bien incluso a aquellos que no nos quieren, o nos hacen el mal. ¡Adelante!+ 

Papa Francisco



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 07/04/2017 19:06
La esperanza en Cristo, sentida a través de vivir su presencia en nuestra vida y además vivenciada en cada cosa que hacemos, en cada gesto hacia el prójimo, es el mejor testimonio de la Resurrección. 
Hermoso que hayas podido compartir este mensaje de Francisco. Gracias amigo. 

HÉCTOR


 
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