Perdonar es una acción mental antes que una emocional. Perdonamos primero con la voluntad antes que con el corazón. El perdón no es algo que se otorga solo a quien nos dañó, sino que es descanso para nuestra alma. A quien perdonamos puede afectarle o no nuestro perdón; muchas veces perdonamos sin que la otra persona llegue a enterarse. Incluso podemos perdonar a alguien que ya murió o que no hemos visto por muchos años. El perdón es gracia, es misericordia. Como Jesús nos enseña en el Padre Nuestro:
Mateo 6:12-15 “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores [...] Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas”.
Estoy segura que tenemos mucho más por lo que ser perdonadas por Dios que lo que nosotras tenemos que perdonar a alguien más, y por ello es necesario que aprendamos a otorgar perdón a quien nos ofende, para que podamos ser perdonadas con esa misma gracia.
Lucas 6:27-38 es una excelente enseñanza del Señor que hay que leer en su totalidad, pero lo que resalta es la pregunta de Jesús: “¿Qué mérito tienen ustedes al amar a quienes los aman? [...] ¿Y qué mérito tienen ustedes al hacer bien a quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así”. Cuando somos lastimadas creemos que tenemos el derecho a responder de la misma manera, vengarnos o contestar más agresivamente. Esa es la manera fácil de actuar y, en ciertos casos, hasta parece justo. Pero amar a quienes nos aman no es lo difícil, sino amar a quien no se lo merece; como nuestro Dios nos ha amado a nosotras.
Cuando hablamos del perdón pensamos en aquellos que tienen mucho que perdonar: abusos, maltratos, abandono, traiciones… pero el ejercicio del perdón diario de cosas grandes y pequeñas salva nuestra salud mental, física y espiritual. El que no perdona vive lleno de rencor y amargura, malos recuerdos y dolor.
La falta de perdón es como veneno ingerido en pequeñas cantidades, no se digiere, arruina nuestros órganos y nos mata lentamente. Más adelante en Lucas 6, Jesús dice: “Amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados. Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará [...] Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.”
Al perdonar provocamos un cambio de actitud para ambas partes: nosotros obtenemos libertad, sabiendo que así como perdonamos se nos perdonará; y quien ha sido perdonado aprende a perdonar y a amar. Lucas 7:47 dice : “Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama”. Que el perdón que experimentamos de nuestro Dios sea el perdón que podamos otorgar desde el corazón.
Artículo tomado de La Santa Biblia para Chicas, Editorial Vida.