Pasaje
devocional: Daniel 6:6-10.
(Dn 6:6 [RV1960])
Entonces estos
gobernadores y sátrapas se juntaron delante del rey, y le dijeron así: ¡Rey
Darío, para siempre vive!
(Dn 6:7 [RV1960])
Todos los gobernadores
del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por
consejo que promulgues un edicto real y lo confirmes, que cualquiera que en el
espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de
ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones.
(Dn 6:8 [RV1960])
Ahora, oh rey, confirma
el edicto y fírmalo, para que no pueda ser revocado, conforme a la ley de Media
y de Persia, la cual no puede ser abrogada.
(Dn 6:9 [RV1960])
Firmó, pues, el rey Darío
el edicto y la prohibición.
(Dn 6:10 [RV1960])
Cuando Daniel supo que el
edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su
cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y
daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.
Abriendo las ventanas cerradas.
Los musulmanes oran
cinco veces al día y los judíos ortodoxos suelen orar tres veces al día. Hay
cristianos que dicen ser practicantes y sin embargo se olvidan de orar una vez
al día. Tristemente podemos añadir que
el culto de oración siempre es el culto de menor asistencia en la inmensa
mayoría de las iglesias. Esto es algo muy, muy serio ya que ese servicio es el termómetro
de la iglesia.
A través de los siglos
han ávido grandes avivamientos. A menudo sin presupuesto e influencia política.
A veces sin templos, sin música y sin grandes predicadores. Pero lo que nunca ha
faltado antes de un despertar espiritual o una gran manifestación del poder de
Dios es la oración.
Que sucedería si hoy día
se proclamara una ley prohibiendo la oración bajo la amenaza de la pena de
muerte? Sin duda alguna llegaríamos a la conclusión de que lo peor sería orar,
pero Daniel, encontrándose en esta precisa situación, considero que lo más
seguro era orar radicalmente, a la vista plena de todo el que pasara frente a
su ventana.
Muchos creyentes se
preocupan demasiado por agradar a los hombres. Los hombres que tienen la
autoridad para darnos trabajo o despedirnos, para honrarnos o desprestigiarnos,
para hacernos bien o mal. Pero el verdadero poder reside en Dios y si nos arrodillamos delante de Él. Entonces
tendremos el valor para pararnos delante de cualquier situación, problema o
persona.
Busque a Dios, El puede más que sus
tribulaciones y es más grande que sus problemas.
Saludos de Atlacath.