"¡Si al menos guardarais silencio, podríais pasar por personas sabias!”
Job 13.5 (Dios Habla Hoy)
¡Cuánta dificultad tenemos en nuestras vidas para apropiarnos del “silencio”, para ser hombres y mujeres sabios! ¡Cuánto esfuerzo en nuestras vidas ajetreadas para distinguir entre los “sonidos del alma” y los “sonidos corrosivos”!
De una o de otra manera la sociedad ha procurado ensordecernos con el propósito de distanciarnos de nosotros mismos, del prójimo, del “otro”. El ruido sostenido a través de oídos taponados por audífonos, bocinazos, celulares, televisores prendidos cuando nadie los ve, radios, etc., intentan darnos la sensación de que estamos permanentemente “relacionados”. Tememos el silencio, y el ruido nos priva de un espacio de revinculación con nuestras necesidades más profundas. Nos priva de encontrarnos a nosotros mismos como recurso sanador de Dios, quien nos sigue invitando a “detenernos y a estar quietos” para tomar contacto con nuestra singularidad, para volver a integrarnos a la vida y al otro. Necesitamos ejercitar la quietud, la reflexión, la contemplación -escuchar los sonidos del alma- para ingresar a los sonidos de la actividad, las agendas, las ocupaciones cotidianas, sin perder la condición de humanos e hijos de Dios.
Nuestro llamado como hombres y mujeres sigue siendo una invitación a experimentar una vida plena y abundante. Convirtiéndonos en promotores de vínculos sanadores, resistiéndonos a la idea de conformarnos a un estilo de relaciones pseudovinculares, parasitarias y vampirescas.
El silencio nos interpela y nos damos cuenta de nuestra fragilidad. Sin embargo, es solamente a través de reconocer nuestras limitaciones y nuestra finitud que la vida se aprecia y que el otro deja de ser un enemigo o un competidor sino alguien con quien compartimos una misma travesía.“Si hay que gloriarse de algo, me gloriaré de las cosas que demuestran mi debilidad”. 2ª. Cor.11.30
“En la tecnología de conexión, el silencio, ya sea de texto o de sonido, equivale a la inexistencia, al fin del contacto, a la muerte virtual, mientras que en la comunicación humana el silencio es muchas veces el comienzo de todo” Sergio Sinay
Señor, despierta mis oídos cada día para escucharte y de esta manera aprender a escuchar a los demás. ¡Ayúdame a recuperar la profunda necesidad de comunicarme con mis semejantes!
pastor JOSÉ NUÑEZ