John F. Burns pasó 40 años cubriendo acontecimientos mundiales para el New York Times. En un artículo que escribió después de jubilarse, recordó las palabras de un amigo periodista que estaba muriendo de cáncer: «Nunca olvides que no se trata de cuán lejos viajaste, sino de lo que trajiste a tu regreso».
El Salmo 37 podría considerarse una lista de David de lo que «trajo» de su viaje por la vida, de pastor a soldado, y luego a rey. El salmo es una serie de contrastes entre los malos y los justos, y reconoce a los que confían en el Señor.
«No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán» (vv. 1-2).
«Por el Señor son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque el Señor sostiene su mano» (vv. 23-24).
«Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan» (v. 25).
De nuestra experiencia en la vida, ¿qué nos ha enseñado Dios? ¿Cómo hemos experimentado su fidelidad y amor? ¿De qué maneras el amor del Señor ha formado nuestras vidas?
Lo importante no es lo lejos que llevamos, sino lo que traemos de nuestro viaje. — David C. McCasland