Nada hemos logrado
Lucas 5:1-15
“Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres”
Había mucha gente agolpada en ese lugar esperando oír a Jesús. Él no podría hablarles a todos desde allí, por lo que prefirió subirse a una de las barcas. Escogió la de Simón, quien más adelante habría de ser llamado Pedro. Le pidió que la alejara de la orilla. Ese fue el improvisado escenario utilizado por Jesús para hablar a quienes querían oírlo, y así les enseñó con gran paciencia. Cuando terminó se dirigió a Simón que se encontraba desesperanzado y cansado, luego de una larga noche de trabajo sin lograr pescar nada. Este era su primer encuentro, Jesús, le pidió ir mar adentro y echar las redes allí.
Me pongo en el lugar de Simón. Él era pescador y conocía muy bien su oficio. Sin embargo, no pudo obtener ningún resultado a pesar de haber estado trabajando toda la noche. Sabía muy bien cuál era el mejor lugar para echar redes, ya que conocía muy bien su tarea. Y allí estaba este hombre predicador, el hijo del carpintero, que era también buen Maestro de la Palabra de Dios, pero, convengamos que no iba a enseñarle a pescar, ya que ese no era su oficio. Simón argumentó:
—Maestro, toda la noche hemos trabajado sin lograr nada…
Estas palabras tal vez sonaban como: “mira, tú eres muy buen maestro, pero de esto, sé más que tú”. Sin embargo aunque desconcertado optó por obedecer y dijo: pero si tú lo dices, echaré las redes en tu palabra. De todos modos lo hizo, como para darle el gusto a Jesús.
Vuelvo a ponerme en su lugar, pienso en su rostro asombrado levantando las redes y pidiendo ayuda a los pescadores de otras barcas, ya que con tantos peces las redes se rompían y la barca corría peligro de hundirse. Puedo imaginar la sorpresa en el rostro de los que allí estaban. En especial el de Simón.
El relato cuenta que cayó de rodillas reconociendo a Jesús como Señor al tiempo que se reconocía a sí mismo como pecador. Se confrontó con la realidad de que aquel hombre no era simplemente el hijo del carpintero. Era el Hijo de Dios. Tengamos en cuenta esto: había otras barcas y muchas personas en aquel lugar.
La gente estaba impactada por lo que había sucedido. Jesús podría haberse dirigido a cualquier otro, pero no lo hizo, escogió a Simón. El Señor tenía un propósito al tratar específicamente con él. Iba a cambiar para siempre el rumbo de su vida. En adelante lo convertiría en pescador de hombres.
Yo no sé cómo te sientes hoy. Tal vez te encuentres como Simón, agotado y desesperanzado, con ganas de descansar y dejar de intentar cosas que no resultan. Pero acá estás, leyendo estas palabras y Jesús te habla específicamente a ti, diciéndote que quiere darle otro sentido a tu vida.
Dios te ha escogido para tener contigo un trato personal. Disfruta de su presencia y con sencillas palabras reconócelo como Señor de tu vida. Sus planes son buenos, síguelos y obedécele, aunque lo hayas intentado antes sin resultado. Déjalo cumplir su propósito en ti y te sorprenderás. Verás que todo será diferente. Te dejo a solas con él, háblale con sinceridad, cuéntale cómo te sientes, exprésale tus dudas y recibe su amor, reconoce cuánto te ama. ¡Qué tengas un feliz encuentro con Él!
¡Dios te bendiga en esta semana!
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