Hay lugares que nos atraviesan. Hemos vivido allí experiencias marcantes. No sólo recordamos lo que sucedió en ese lugar; revivimos la situación. Tú tendrás tus lugares, yo tengo los míos.
¿Cómo olvidar ese café cercano a la Universidad de Palermo donde, en una pausa de la tarea docente, leía “Seamos personas de influencia” de John Maxwell, y comprendí como nunca en mi vida, lo trascendente que podía ser mi existencia?
Siempre recordaré la cocina en la que, en medio de una noche inigualable de vacaciones, a solas con Dios, recibí una visión de lo que habría de ser mi vida (algo tan lejano a ese momento difícil que atravesaba). Son dos lugares que me marcaron un rumbo y un norte, del que intento no apartarme.
¡Tantas hermosas experiencias en lugares comunes y corrientes que se transformaron en lugares inolvidables!
Lamentablemente podría citarte también otros lugares donde viví el dolor y la decepción. También estoy marcado por esos lugares. También tendrás tus lugares donde fuiste herido.
Estoy leyendo "El Hombre y su lugar” de Paul Tournier. Este psiquiatra suizo afirma: “Cada lugar tiene para cada hombre un significado simbólico… Todos los lugares de nuestra existencia permanecen en nosotros como los clavos de un gigantesco almacén de accesorios”.
He comprendido que, quiera o no quiera, los lugares y las experiencias pasan, transcurren. La vida es dinámica. Quedarnos en el lugar de la decepción o de la fascinación, atados a una vivencia, es tentador, pero intentemos no elegir ese camino cómodo. Estoy aquí. Estás aquí.
Y dentro de los tantos temas que brillantemente aborda Tournier en su libro, me impactó el modo en el que describe un proceso que yo vinculo con la insatisfacción del ser humano. Fíjate lo que expresa: "Y vemos así almas que pasan de una secta a otra, zarandeadas y desgarradas entre predicaciones opuestas; vacilantes, incapaces de fijarse. Las he considerado mucho tiempo como víctimas del proselitismo sectario que trataba de convertirlas. Pero contemplándolas más detenidamente se advierte que se trata de almas inquietas, angustiadas, que ya portan en ellas la intensa necesidad de una verdad lo bastante segura y de una comunidad lo bastante perfecta donde poder al fin echar raíces; y también la trágica incapacidad para todo arraigo. En todas partes se sienten decepcionados y no pueden sobreponerse a la decepción…
¿Cuál es ese lugar que todos los hombres buscan sin cesar, consciente o inconscientemente? Creo que es el lugar de la perfección que, en efecto, no existe aquí abajo. Un lugar de auténtica seguridad, al abrigo de las decepciones…
¿Qué es esa nostalgia de perfección que unos confiesan y otros esconden pero que late tenaz en todos los hombres? Es la nostalgia del Paraíso. El lugar que todos buscan es el Paraíso perdido. Hay un complejo de Paraíso perdido, y creo que toda la humanidad lo padece".
Y es aquí donde quiero cerrar con un comentario por hoy. Se relaciona con algo que observo tanto en aquellos que son creyentes en Dios, como en aquellos que no creen: la búsqueda de ese lugar perfecto aquí en la tierra. Y cuando hablo de lugar, puede tratarse de una relación, un trabajo, una iglesia, una familia, o lo que fuera. Haciendo un juego de palabras, mientras sigamos atravesados por el “Complejo de Paraíso Perdido”, estamos perdidos. Es cierto que existen lugares mejores que otros; no te invito a soportar lo insoportable. Pero pregúntate seriamente si no estarás siendo tú el problema al buscar incansablemente ese lugar perfecto, el Paraíso perdido…
GUSTAVO BEDROSSIAN