Por sugerencia de mi
querido amigo Héctor Spaccarotella, comparto con mis hermanos de Fraternalmente
Unidos, algunas ideas que me rondan por la cabeza, y que no quise exponer antes
aquí por temor a confundir a alguien, ya que ignoro si esto puede ser teología firme (católica o
protestante), o sólo es un sueño mío, engendrado en la certeza del
amor, la misericordia y el poder de nuestro Dios. Más bien me inclino a creer
en lo segundo. Aun si fuera sólo un sueño, creo que esas ideas ayudan al
Espíritu Santo en su tarea de lograr que yo le sea fiel.
Es con relación a su
respuesta a la reflexión "El
tesoro del corazón" -subido por la hermana Araceli el 8 de este mes-, en la
que Héctor expresaba “Dios tiene mucho que trabajar en mí”. Entonces le escribí más o menos esto:
Estoy convencido de que Dios tiene tiempo
para trabajar en nosotros y hacernos crecer. ¡Todo el tiempo del mundo, y más:
la eternidad! Porque pienso que la perfección y grandeza de Dios es un misterio
tal, que no podría ser alcanzado ni comprendido por nosotros en un instante
luego de nuestra muerte. Y nuestro crecimiento irá aumentando hasta el
infinito.
Yo creo que cuando lleguemos a Él, tan sólo
será el comienzo de la segunda etapa de la vida. A partir de entonces nuestro
crecimiento en Dios no habrá de sortear obstáculos ni tendrá fin, porque estaremos
en la casa del Padre y durará toda la eternidad.
Y el grado de perfección o santidad
(fidelidad a Su palabra) que hayamos alcanzado aquí, en la vida terrena,
será la medida que alcancen nuestros pasos en la montaña sin fin que
escalaremos hacia la perfecta unión con Dios.
Éste es un sueño que he tenido -quizá
dormido, quizá despierto- y hace muchos años que me acompaña, aun estando bien
despierto y consciente, inspirado -creo- por el amor y la certeza
de la misericordia y el poder de nuestro Dios, y me impulsa a serle fiel.
Ignoro si esto puede ser teológicamente correcto, pero sí sé
que éste es un sueño mío que, al menos en parte, me lo afirma la idea de
Pablo: «Una estrella difiere de otra en brillo y magnitud, así también será en
la resurrección de los muertos» (1
Col 15, 41). Quizás eso haya sido lo que me lanzó a soñar.
Si fuera así, como lo creo, sería una razón más para tratar de vivir según Su palabra: no sólo por fidelidad a Cristo en esta
vida, sino también para poder tener un mayor crecimiento, encuentro y unión en
la próxima.