TU DIESTRA ME HA SOSTENIDO
Salmo 63
“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas. Para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario.
Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos. Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, y con labios de júbilo te alabará mi boca. Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las vigilias de la noche. Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido”
Al reflexionar sobre este salmo tratare ademas de compartir parte de mi experiencia personal en cuanto a cómo obtener paz y fortaleza en momentos duros, como aquellos que nos ha tocado vivir como familia. Siempre creí, que no podría sobrevivir si algún día tuviera que sufrir la partida de mi esposo.
Si tuviera que explicar cómo pude hacerlo, la frase concreta sería:
“Dios ha sido mi fortaleza”.
Esta podría ser una respuesta, pero sé muy bien que no se entendería del todo. Por lo que paso a relatar mi real experiencia en este tiempo de crisis. La segunda parte del primer versículo de este Salmo, dice:
“...mi alma tiene sed de Ti, mi carne te anhela en tierra seca y árida donde no hay aguas”
Vivir este tiempo, ha sido muy doloroso para mí. Fue como caminar por tierra seca y árida donde no hay aguas. Sabemos que al estar en un lugar así seguramente tendremos sed.
Sería como atravesar un desierto buscando un manantial y al llegar al lugar nos encontrarnos con que era un espejismo y no hay más que tierra seca.
Paso a relatar entonces que ocurrió absolutamente lo contrario. Fue estando en la tierra seca que clamé a Dios desde lo profundo de mi alma, estando sola en mi habitación. Calladamente, haciéndole saber al Señor que mi alma se sentía muy muy triste, desfalleciente. Necesitaba a Dios cerca de mí, más que nunca. Le dije al Señor que no podría seguir adelante, si Él no me fortalecía.
Se lo dije, sincera y sencillamente así, tal como el salmista lo expresa:
Salmos 63:1
“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria.
Entonces exclamé de todo corazón: ¡Señor, tengo sed de ti, mi alma te anhela! Y no encuentro agua que sacie mi sed ahora.
¡Es muy grande mi tristeza, y el vacío en mi corazón! Mi carne, mi cuerpo está muy cansado y yo… ¡necesito ver tu gloria y tu poder!
Me sentí como el salmista, caminando sola por un desierto, mirando a lo lejos, procurando hallar agua fresca para calmar mi sed. Pero Dios estuvo cercano a mí, para socorrerme y consolar mi alma.
Fue grandioso como Dios sació mi sed, llenó mi espíritu de su presencia y me dio paz, me confortó, me mostró su poder y su gloria.
Llenó mi alma con su presencia, sentí su Espíritu Santo sobre mí, dandome nuevas, renovándome tanto espiritual como físicamente.