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“En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta.” 2ª Timoteo 4:16 (RVR)
Los bomberos que entran en el fuego siempre van de a dos. Es una norma de seguridad. Uno, el que va adelante es quien lleva la lanza, con la manguera de agua. Su única misión es crear un camino seguro para rescatar a los atrapados por las llamas. Mira el piso y apaga el fuego a su paso para llegar a los atrapados. Detrás de él viene otro bombero, siempre hay otro bombero detrás. Su única misión es mantener vivo al bombero de adelante. Debe mirar para todos lados, para evitar cualquier accidente, y mantener con vida al bombero de adelante.
En medio de las llamas el ruido del fuego, no se puede hablar, por el ruido que hace el fuego. La única manera de comunicación que hay entre los bomberos es que el de atrás le ponga la mano en el hombro al de adelante. El que lleva la lanza, sabe que mientras sienta la mano en el hombro, su vida está segura, pero cuando deje de sentirla, como está solo, es un hombre muerto. Aunque tiene el agua, no hay nadie que lo guie para evitar los peligros del camino.
El de atrás, también sabe que en el momento en que no sienta el hombro de su compañero debajo de su mano, es hombre muerto. No tiene agua para apagar el fuego.
En la vida espiritual, también necesitamos trabajar en equipo. Y sentir que no estamos solos. Es cierto que Dios nunca nos deja y que no se duerme jamás. Que nunca está demasiado ocupado como para dejarnos en lista de espera. Siempre está pendiente de nuestras necesidades, porque somos la niña de sus ojos.
Pero humanamente hablando, todos necesitamos una mano en el hombro, alguien que nos acompañe, sentirnos que no estamos solos en el ministerio, que alguien nos apoya y sostiene. Pablo nos deja su ejemplo, ¿a cuántos les predicó Pablo?, ¿a cuántos ayudó?, ¿a cuántos aconsejo? ¿Cuántas cartas habrá escrito de las que no tenemos noticias? Sin embargo en su primera defensa estuvo solo.
Y hay recriminación en esa frase. Se sintió dolido por la falta de apoyo. Y si un hombre de la estatura espiritual de Pablo, tuvo este problema de soledad, con su experiencia y su comunión con Dios excelente, ¿cuánto más nosotros, que somos simples cristianos, débiles y comunes, vamos a necesitar el apoyo y la mano en el hombro?
REFLEXIÓN – ¿De quién sos el segundo bombero?
Un gran abrazo y bendiciones
PR. David Ratti
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Es así realmente, siempre viene bien una mano amiga que se apoye en nuestro hombro en momentos difícililes. Otras veces nosotros tenemos la posibilidad de apoyar a otro que lo necesita. El Señor sabe lo que necesitamos. Por eso nos recomienda animarnos unos a otros, a veces somos el bombero y otras veces nosotros necesitamos uno. Gracias hermano, muy bueno este mensaje. Dios te bendiga mucho. Araceli |
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