A menudo, cuando el pueblo de Dios pareciera hallarse en alguna de las peores situaciones imaginables, ¡Él hace lo imposible! Durante esos momentos, debemos tomar la decisión consciente de creerle y lo que salga de nuestra boca debe ser lo que Dios ha hablado; no podemos callar. Creo que ahora estamos viviendo en un momento así.
En el Salmo 115, el salmista dibuja una sepultura, diciendo: “No alabarán los muertos a JAH, ni cuantos descienden al silencio” (Salmos 115:17). En hebreo, “cuantos descienden al silencio”, significa aquellos que no pueden hablar.
La incredulidad puede cerrar tu boca; pierdes el habla, tu canción, tu testimonio, tu sentido de admiración por quién es Dios en realidad. Una historia en el libro de Lucas da una clara ilustración de este tipo de silencio extraño. El ángel del Señor se le apareció a un sacerdote justo llamado Zacarías y le dijo que su esposa estéril, Elisabet, tendría un hijo.
Dios dijo: “Voy a actuar sobrenaturalmente en tu vida. A pesar de tu falta de capacidad, voy a hacer algo soberano; y esto hará que las personas se tornen a mí” (lee el relato en Lucas 1:5-22).
Al igual que Zacarías, tú puedes ser tan justo como sea posible; asistir a cada reunión de oración, leer la Biblia fielmente, vivir para Él todos los días. Pero todos llegamos a un punto de desesperanza en el que invocamos al Padre, buscándole para tener respuestas.
En tales momentos, él puede hablar algo tan profundo que sería imposible de imaginar a menos que Dios mismo lo haya realizado. Es entonces cuando llegas a un camino de decisión. ¿Vas a creerle a Dios o vas a creer en las flaquezas de tu propio corazón?
Te insto encarecidamente a creer en las promesas de Dios y a recibir lo que Él ha provisto para ti. No retrocedas en incredulidad y duda, como lo hizo Zacarías.
Carter Conlon