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                                               QUE SEAN UNO

 

                                                                       S.Juan Cap.17:20-21

 

Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.

 

Una de las escenas más atrayentes en la vida terrenal de nuestro Salvador se registra en el Evangelio según S.Juan Cap.17.Cuando él con los ojos alzados hacia el cielo, pronunció su oración sacerdotal, bien conocida por la cristiandad. Esta plegaria era el fiel reflejo del sentir del corazón de Cristo y constituye la sublime esperanza que tenía para su Iglesia, por la cual el dio su propia vida.

Tres veces se registra la expresión "que sean uno" y en el v. 23"perfecto en unidad"

Al contemplar la situación de muchas Iglesias, en estos últimos años, sinceramente podemos ver que este anhelo tan caro de nuestro Salvador no ha tenido cabal cumplimiento, por el contrario, parecería que nos estuviéramos alejando cada vez más del ideal de nuestro Salvador.

También se advierte que ha arreciado el espíritu, no ya de unidad, sino de disgregación. Conflictos de todo género, disconformidad entre los miembros y divisiones vergonzosas, algunas con mas intereses economicos que de la vida espiritual de los creyentes se han levantado en muchas Iglesias.

El problema de divisiones y conflictos no es una enfermedad moderna. La Iglesia de Corinto, se veía aquejada de esta dolencia espiritual, que hacía que el Apóstol llegara a la siguiente conclusión: "¿no sois carnales, y andáis como hombres?". I Cor. 3:3. Si el apóstol Pablo viviere en nuestros días dudaría en gravar en el frente de algunos templos estas dos palabras. "Iglesia Carnal".

Así pues, tenemos un serio problema, cuya raíz está en la vida misma del creyente, y será imprescindible reconocer nuestra parte de responsabilidad, y que nos inducirá a un reajuste en lo que concierne a nuestra relación con Dios, y con nuestros hermanos.

¿No sería bueno que el Señor, como lo hizo en el templo de Jerusalén, arrojare fuera de nosotros lo que pueda profanar su santuario, y todo aquello que significa un peligro para la armonía y la unidad entre hermanos. Habrá necesidad de poner a un lado el espíritu de orgullo, de intolerancia, el amor propio, y otras cosas que serían largas de enumerar, y que separan a los hijos de Dios.

Hermanos nos lamentamos por la falta de verdaderas conversiones en campañas evangelísticas; no vemos el avance del Reino de Dios en la tierra porque estamos gastando tiempo y energías en la solución de problemas que nunca debieran surgir. Dios no puede hacernos una visitación con su Espíritu, porque nosotros mismos nos hemos constituidos en obstáculos para ello.

Admitamos, pues que es una necesidad apremiante tener una experiencia de la crusificación de nuestro "YO", con todas sus inclinaciones naturales, y que solo el "YO" es el causante principal de todos los problemas en las Iglesias.

El Espíritu de Dios debe llegar una vez más a nuestras vidas cual lenguas de fuego, quemando toda la escoria, para que el hombre espiritual viva victoriosamente en nosotros. Entonces se verá el amor que es sufrido, benigno, que todo lo sufre...todo lo soporta...y nunca deja de ser, nunca termina, nunca falla.

 

ORACION:

Vengo con mi corazón a Ti, mi Dios, este corazón que se halla tan dispuesto para ofenderse, resentirse aún de agravios imaginarios, tan pronto para expresarse con palabras amargas e hirientes, tardo para perdonar y olvidar lo traigo a Ti, para que halle de nuevo la misericordia y Tu amor perdonador, amor tan paciente , e incansable. Traigo este corazón a Ti, para que el Espíritu de tu Hijo amado llegue a enseñarme a mostrar a otros de tu amor benigno y sufrido que has manifestado a mi.

Amén.

Gracias a la hermana Silvia por el fondo


PEDRO PABLO