Volver a Dios
"Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle:
Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de
nuestos labios" Oseas 14:2.
El Dios del amor ha hablado, y todavía hoy Su amor me reclama. Mi
conciencia me acusa: ¿Cómo podré asumir mi pasado? ¿Por qué cedo
ante el mal, incluso si deseo hacer el bien? Dios me invita a volver a Él.
¿Cuál será mi respuesta? Sé muy bien que debo escoger, cambiar de
dirección, es decir, arrepentirme, convertirme.
La conversión compromete toda mi alma: voluntad, razonamiento y sentimiento. También implica una manera de vivir que a
partir de ese momento será diferente. A pesar de los llamados
divinos, a pesar de mis necesidades, de las que soy muy consciente,
a menudo resisto a su llamado porque mi voluntad es opuesta a la
de Dios.
Es un punto difícil de aceptar, pero es muy importante comprenderlo:
Por naturaleza, todos somos enemigos de Dios. No lo queremos en
nuestra vida. Es necesaria toda la misericordia divina para deternos,
a veces mediante situaciones difíciles y dolorosas por las que
debemos pasar. Se requiere toda la energía del Espíritu Santo,
todo el poder de la Palabra de Dios, para que al fin nos rindamos ante
Dios.
Esto es convertirse. Vencido por el amor de Dios, percibo el estado
real de mi corazón a la luz divina. Entonces se produce un cambio
radical en mi forma de pensar respecto a Dios. ¡Ahora veo todo
como Él! Voy a Él como a un Padre qué me está esperando y que
me ama, a través de Su Hijo Jesucristo.
No hay dos iguales
No hay dos conversiones idénticas. Cada creyente recorrió su propio
camino hacia Dios, camino siempre trazado por el amor divino,
camino que el creyente prosigue con agradecimiento y alabanza.
pastor Batista Cortés