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El pájaro manso vivía en la jaula y el pájaro libre en el bosque. Más su destino era encontrarse, y había llegado la hora.
El pájaro libre cantaba: “Amor, volemos al bosque”. El pájaro preso decía bajito: “Ven tu aquí, vivamos los dos en la jaula”. Decía el pájaro libre: “Entre rejas no pueden abrirse las alas”. ¡Ay!, decía el pájaro preso, “¿sabré yo posarme en el cielo?” El pájaro libre cantaba: “Amor mío, pía canciones del campo”. El pájaro preso decía: “Estate a mi lado, te enseñaré la canción de los Sabios”. El pájaro libre cantaba: “No, no, nadie puede enseñar las canciones”. El pájaro preso decía: “¡Ay.!, yo no sé las canciones del campo”. Su amor es un anhelo infinito, mas no pueden volar ala con ala. Se miran y se miran a través de los hierros de la jaula, pero en vano su deseo. Y aletean nostálgicos y cantan:
“Acércate más, acércate más”. El pájaro libre grita: “¡No puedo! ¡No puedo! ¡Qué miedo me da tu jaula cerrada!” El pájaro preso canta bajito: “¡Ay.!, no puedo. ¡Mis alas se han muerto!”
R.Tagore
Jesús es el modelo de persona libre, del que se deja guiar por el Espíritu. Jesús y sus discípulos invitan a vivir según el Espíritu, desde la perspectiva de Dios, que es una vida totalmente distinta a la “vida según la carne (Gal 5, 19), o según el mundo”
El Espíritu nos transforma y santifica (Rm 12,2); nos reviste de una persona nueva (Ef 4,24); nos descubre a Dios como Padre (Gál 4,4). El Espíritu Santo es quien permite volar y da la vida divina en el Bautismo, la hace crecer y la mantiene hasta el final. “El Espíritu es el que da la vida” (Jn 6,63). Con la presencia del Vivificador, el cristiano se acostumbra a vivir según la “mentalidad” y sentimientos de Jesús, obrando con el mismo Espíritu del Maestro.
El Espíritu habita en nosotros (1 Co 3,16) y nos da la libertad (2Co 3,17). Hemos sido sellados por el Espíritu y somos propiedad de Dios y de Cristo (Ef 1.13). Ser espiritual no es otra cosa que abrirse al Espíritu de Dios que, con su presencia, purifica y da el poder de purificar y transformar.
Dios llama al ser humano a vivir bajo la acción del Espíritu, a abrir las alas, a volar. El cristiano se puede acostumbrar a vivir en “la carne”, en la jaula; o a vivir según “el espíritu”, en el campo. El Espíritu da vida, hace renacer nuevas alas cada día; la carne, sin embargo, va matando lentamente y atrofia las alas; quien se acostumbra a cualquier vida de esclavitud, no podrá soñar ni volar hasta el cielo.
ANA RIVERA |
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Muy buen mensaje, dispuestos a iniciar el vuelo seguros de aquel que ha posibilitado para nosotros una nueva vida, nuevas vestiduras y un nuevo rumbo. Gracias hermano. Araceli
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