"Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres"
(Lucas 2:52)
"¡Socorro, tengo un hijo adolescente!". Así se titula un libro que muchos padres leyeron con la expectativa de encontrar al acompañante que estuviera en su mismo nivel de angustia y ansiedad ante las mutaciones de su hijo. La presencia de estos "extraños de rostro familiar", que de un día para el otro han crecido cinco centímetros, puede ser todo un desafío para los desprevenidos padres que ya no se encuentran con el rostro redondeado y suave de cuando era niño, sino con uno frío, filoso y desafiante. ¿Habrán experimentado lo mismo José y María cuando su hijo Jesús iniciaba su adolescencia?
Algunos padres reaccionan con pánico, otros huyen y delegan en los "expertos"; están también aquellos que tienen miedo de sus hijos y existen padres que hacen como si nada hubiera cambiado, como si todo siguiese igual que antes.
José y María se sobrepusieron a las vicisitudes que como padres de un adolescente les tocó enfrentar y actuaron como guías y contenedores: fueron flexibles al permitir que su hijo interactuara con el mundo extradoméstico, pero no dudaron en hacer el reclamo oportuno cuando el muchacho se alejó más de la cuenta de su círculo familiar. Respetaron la persona de su hijo, pero enfrentaron responsablemente el problema durante la ausencia inesperada de su hijo.
El gran desafío para los padres de hijos adolescentes en la hora actual, es saber cómo darles alas para volar, y raíces para crecer, espacio para sentirse libres, pero límites para ser responsables.
Oración: Danos Señor, la gracia de ver crecer a nuestros adolescentes en sabiduría, estatura y gracia para con Dios y los hombres.