Parte 3
Al tratar de recordar hasta donde me es posible el inicio de mi paso por esta maravillosa vida que me tocó vivir, me lleva a ubicarme a la edad de dos a cuatro años viviendo en una casita con piso de tierra y un mobiliario lleno de pobreza que supongo no hizo mella en mí, ya que no recuerdo malos tratos ni privaciones, sino únicamente el amor maravilloso de mis padres que me hicieron sentir totalmente satisfecho en todos los aspectos que a mí me concernían.
A la edad de cuatro años, nos cambiamos de domicilio a una casa enteramente nueva, de paredes sólidas y techo de losetas sostenidas por vigas de concreto, era, a mi forma de ver, una casa hermosa y enorme ya que contaba en ese tiempo con dos recámaras de 4 x 4 metros, un baño que se me hacía increíble ya que se encontraba dentro de la casa, y qué lejos estaba de parecerse al anterior en todo, primero, su tamaño, enorme, de 2 x 4 y luego, algo insólito, una cosa que le llamaban regadera y que tomaba, en una forma por demás agradable, las funciones de la jícara y de la cubeta con las que mi madre me bañaba, bueno a mí y a mis hermanos; Mario, nacido apenas unas cuantas horas antes que yo, Crispín el mayor de 8 años y Rafael el mediano con 6 años de edad, y el más pequeño de mis hermanos, Miguel.
Aparte del baño había una sala y un comedor separados por un arco, que más bien parecía cuadrado, y que medía cada uno 4 x 4 además una cocina de 2 x 4. Pero me faltó decirles que el baño, el baño no tenía ese cajoncito de madera al que estábamos acostumbrados, no, en su lugar había una cosa de un material extraño en el debíamos sentarnos con mucho cuidado so pena de terminar dentro de el, lo cual no era nada conveniente por las razones que ustedes se podrían imaginar.
Siguiendo con nuestro expectante recorrido, dimos, en la parte posterior de esa inmensa casa, con un terreno enorme lo suficientemente grande para correr y divertirnos, ya que su increíble tamaño era de 20 x 10 el cual, para nosotros, mis hermanos y yo, era tan grande como un campo de beisbol.
La ubicación de este lugar con un parecido, según yo, cercano al paraíso, se encontraba precisamente en los suburbios de la ciudad de Xalapa, y si mi memoria no me falla, nuestra colonia se encontraba más o menos en esta forma.
Nuestro barrio estaba casi rodeado por diversas fincas, más que nada productoras de café combinadas con árboles de naranjas de diversas variedades o con plantaciones de plátano; mas allá, se extendían grandes extensiones de monte con árboles frutales silvestres como guayaba, jinicuil, níspero, durazno, chirimoyas y otros más, así como un precioso nacimiento del otro lado de la vía del ferrocarril donde gran parte de nuestra niñez se desarrollaba de una manera maravillosa en contacto con la naturaleza. También, a un costado de la colonia, contábamos con un espacio verde al que le llamábamos "El llanito", lugar donde se desarrollaban tremendos juegos de beisbol entre trabajadores del Servicio Urbano local, contra ellos mismos o contra novenas de otros lados, o entre los niños y jóvenes de ese tiempo. En ese lugar se desarrollaban innumerables actividades deportivas que nos mantenían distraídos para no notar la pobreza en que nos desenvolvíamos la mayoría de los habitantes de la colonia, pobreza que gradualmente desapareció con los años por el esfuerzo y trabajo de nuestros padres que nos colocó en el nivel económico de la clase media. Así, a grandes rasgos, éste fue el entorno natural y social en que me desenvolví en mi niñez.
Esta historia verdadera está basada en hechos reales en mi persona, por lo que deberá tomarse ésta con las debidas reservas del caso. Gracias
José Luis Hernández Cuéllar.