En la cultura actual, muchos cristianos están confundidos acerca del concepto de ganar. Pero, con demasiada frecuencia, ni siquiera sabemos cómo definir la apariencia de ganar. Los pastores piensan que para tener una iglesia ganadora deben tener una edificación más grande, un presupuesto más grande, un equipo de adoración efectivo, un excelente ministerio para niños. Las personas de negocios piensan que tener más empleados, disfrutar de mayores ganancias y alcanzar prestigio en su campo equivale a ganar. Todas estas cosas son buenas, por supuesto, y en cierto sentido, significan ganar. Pero Pablo define ganar de otra manera y nos lleva al corazón del mensaje de Dios, el evangelio de Jesucristo, y cómo obtener el premio.
“Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14)
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis” (1 Corintios 9:24). Pablo continúa diciendo que no golpea sólo como quien “golpea el aire” sin dirección, agitándose y corriendo con incertidumbre (9:26). Él se disciplina a sí mismo para no quedar descalificado en la carrera. Demasiados cristianos en la actualidad se apresuran en muchas direcciones diferentes, persiguiendo diversos empeños ministeriales y vías de superación personal. Es cierto que podrían estar haciendo muchas cosas buenas, pero en realidad no están logrando el “ganar” del que habla Pablo: Lograr que la gente cruce la línea de meta.
Elijamos ser como Pablo. A nuestro alrededor hay gente quebrantada, sin Jesús, atada por el pecado y que se dirige hacia una eternidad sin Dios. Debemos contarles las buenas nuevas de Jesucristo, que él murió en la cruz por ellos, para que puedan ser limpios y santos. ¡Otra victoria! ¡Otro premio!
Gary Wilkerson