Me tomó mucho tiempo descubrir que no todos experimentamos a Dios de la misma manera. Lo tardado de mi descubrimiento se debió a que, como casi todos, crecí en una iglesia que era unidireccional en el tema de la espiritualidad y el crecimiento espiritual.
Me enseñaron que todos deben danzar cuando llega el tiempo de la alabanza, todos deben alzar la voz cuando oran y todos deben ser expresivos. El problema es que hay gente que se siente incómoda al danzar, hay gente que no le gusta alzar la voz cuando ora y no porque sean apáticos o rebeldes, sino porque no es parte de su temperamento.
En su mayoría, los líderes influyentes de la iglesia en Latinoamérica son de personalidad tipo A. Este tipo de personalidad es necesaria para establecer visión e impulsar crecimiento, pero cuando nuestra personalidad es de tipo A, o colérico sanguíneo, las expresiones de tipo emocional que antes mencioné son muy naturales, y se nos olvida que no toda la gente es así.
Muchos ceden a la presión que los líderes ejercen sobre ellos y hacen todo lo que se les pide. Tratan de ser expresivos y emocionales, pero en su mayoría, estas personas no se sienten sinceras.Por supuesto que estoy de acuerdo en que todos debemos hacer un esfuerzo por dejar un poco nuestra área de confort e intentar cosas nuevas, pero esto no significa que la persona cambiará su temperamento. Dios nos dio nuestro temperamento con un propósito y debemos descubrir cuál es. La contribución que las personas pueden hacer a la iglesia será más rica cuando fluyen dentro de su temperamento.
Lo más lamentable de esta forma de llevar la vida espiritual y la adoración es que muchas personas no creyentes que llegan a nuestras reuniones, jamás regresarán porque no se pueden ver a sí mismas haciendo lo que todo mundo hace.
La iglesia se ha convertido en un ejército de personas que visten, piensan, cantan, adoran y oran de la misma manera. Al desarrollar este tipo de iglesia estamos menospreciando la inmensa creatividad de Dios. Dios nos hizo distintos, y debemos practicar la vida espiritual de distintas maneras. En el tema de la espiritualidad Dios no está en contra de la individualidad, aunque tal vez sí esté en contra del individualismo.
Muchos me han escuchado decir que cuando yo era un adolescente rechazaba mi forma de ser. Yo era introspectivo, un poco introvertido y hasta tímido. Quería ser como eran algunos de mis amigos; alegres y divertidos. Durante un tiempo en la escuela me convertí en un payaso bromista, pero yo sabía que no estaba siendo sincero. Solo estaba imitando a mis amigos. Por mucho tiempo rechacé mi temperamento hasta que un día me di cuenta de que los dones y el llamado que Dios tenía para mí iban a fluir a través de mi temperamento, y empecé el proceso de aceptarme tal y como Dios me había hecho. Algo muy interesante empezó a suceder, un río de canciones empezó a surgir dentro de mí. Lo que sucedió fue algo muy simple, acepté mi temperamento de músico. Como tal, soy melancólico, introspectivo y hasta bohemio, y al aceptarlo, el don de Dios de la música empezó a fluir en mí.
Los melancólicos aman la introspección y se sienten incómodos con la falta de sinceridad. La iglesia a veces rechaza este temperamento como demasiado emocional y hasta depresivo. Es cierto que un temperamento de músico sin carácter puede llevarte a la depresión, pero cuando está bajo el control del Espíritu Santo puede ser de mucha bendición, solo tienes que leer un poco los salmos introspectivos de algunos músicos de la antigüedad, para darte cuenta de esta verdad.
El entender mi temperamento y aceptarlo me ha llevado a ser mucho más tolerante y comprensivo con otras personas, pero a la vez me ha ayudado a abrir mi perspectiva en cuanto a la espiritualidad. No todos experimentan a Dios de la manera en la que yo lo hago y no todos crecen igual en el tema de la espiritualidad.
Tomado del libro BESANDO MIS RODILLAS por Jesús Adrian Romero. Publicado por Editorial Vida – 2014 Miami, Florida