Tú necesitas concebir la
totalidad de tu vida como una misión. Inténtalo escuchando a Dios en la oración
y reconociendo los signos que Él te da. Pregúntale siempre al Espíritu, qué
espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas
tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión. Y permítele
que forje en ti ese misterio personal que refleje a Jesucristo en el mundo de
hoy.
«No es que la vida tenga una
misión, sino que es misión».
Ojalá puedas reconocer cuál es ese mensaje de
Jesús que Dios quiere decir al mundo con tu vida. Déjate transformar, déjate
renovar por el Espíritu, para que eso sea posible, y así tu preciosa misión no
se malogrará. El Señor la cumplirá también en medio de tus errores y malos
momentos, con tal de que no abandones el camino del amor y estés siempre
abierto a su acción sobrenatural que purifica e ilumina.
Tomado del documento Gaudete et exultate (Alégrense y regocíjense) Papa Francisco