En uno de los viejos cuadernos de notas que alguna
vez llamé pretenciosamente “Diario”, y cuyas páginas están en su mayor parte
dirigidas a Dios, encuentro esta oración que comparto. Si a alguien le sirve,
podemos rezarla juntos y al final, donde dice Néstor, le pone su nombre:
“Me
miraste con ojos de Madre cuando mi madre aún no existía sino en tu corazón.
Por un instante tus ojos me iluminaron en un rinconcito de tu mente, y me viste
tal como sería aquí en la tierra. Tan pobre y desnudo. Tan débil y lleno de miserias
que acaso por un momento pensaste: «Bah…no vale
la pena…» Me habías visto tal como soy
ahora, ¡Y Vos que querías que yo fuera según el modelo de tu Hijo!.. Pero tus entrañas se estremecieron de piedad, y me amaste como una madre
a su hijo más desvalido y enfermo. Entonces, como haría ella, me soñaste
distinto: pleno, armonioso, rebosante de virtudes y alegría. Y entonces
decidiste que ése habría de ser yo en el futuro, para siempre. Sabías que mi
aprendizaje, por duro que fuese, no iba a dar resultados suficientes, y
entonces dispusiste que se completara por gracia, “per saltum”, en el paso a la
última, definitiva etapa hacia tu gloria. Decidiste suplir con tu amor y tu
poder, por pura gratuidad y misericordia, lo que mi naturaleza limitada, y
vulnerada además por el pecado, nunca habría de poder alcanzar por propio
esfuerzo. Por eso la Encarnación y la Redención, el holocausto de tu Hijo el
Cristo, que me iba a llevar en sus alas hasta Vos. ¡Y cómo ansío, Señor, que tu sueño se
cumpla!
No
sé si te busco o me busco, o si ambas son partes de una misma realidad y
buscándome te busco, y hallándote me
encontraré, porque mi verdadero ser está en vos, aguardándome en algún
rinconcito de tu corazón. Pero sí sé; estoy seguro de que tu sueño para mí, es más real que mi realidad misma, porque sé que él, un día,
inexorablemente, gracias a tu amor y a tu misericordia, habrá de concretarse a
pesar de mi miseria.
Vos
me contenés. Soy porque me conocés; porque me soñaste y me pensás tuyo y a
imagen de tu Hijo. Por eso, hallándote, encontraré en tu seno al verdadero
Néstor, y sabré por fin quién soy. Me descubriré en vos.
Amén