Facundo Manes, un hombre de ciencia, con una fuerte presencia en los medios de comunicación por su claridad para explicar temas muy complejos, expresaba lo siguiente hace poco tiempo:
“Nosotros, los seres humanos, funcionamos con creencias. Desde chiquitos vamos adquiriendo experiencias personales y vamos formando cristales donde vemos el mundo. Vamos por la vida desechando todo lo que no coincide con lo que pensamos y tomando todo lo que coincide. Y no cambiamos… Generalmente, es difícil cambiar…
Que las políticas públicas no se basan en creencias sino en evidencia. Eso es lo que tenemos que quizás insistir en Argentina”.
Todo esto expresado en el contexto donde fija su posición para que se despenalice el aborto en nuestra querida, pero tan golpeada Argentina. Un dato que suele mencionar es que en los países donde se aprobó esta ley, mueren menos mujeres al realizarse un aborto. Es muy probable que esto sea cierto.
Para algunos, que Facundo Manes hable en nombre de la ciencia, es un aval para dar rienda suelta a la matanza cruel de personas por nacer en estado absoluto de indefensión. “Lo dice Manes, lo dice la ciencia, allí vamos”. Da por sentado Manes que él no está afectado por sus creencias; y que quienes defendemos las dos vidas, carecemos de argumentos científicos, estando condicionados por nuestras creencias construidas en la temprana infancia.
Lo que Manes, parte del periodismo argentino y los grupos pro-aborto, ignoran “sospechosamente” es el dato científico que se vincula con la otra vida en cuestión. Presta atención a parte de una nota publicada por el diario “La Nación”:
Al iniciarse en el Congreso el debate por la despenalización del aborto, la Academia Nacional de Medicina (ANM) fijó enseguida su posición de rechazo. "Los proyectos de despenalización del aborto hablan siempre de los derechos de la mujer, y se olvidan de los derechos del ser humano que éstas llevan dentro de la panza", explicó el doctor Edgardo Young, especialista en ginecología y fertilización asistida, y miembro titular de la ANM. "Biológicamente, la vida humana empieza cuando se fusionan el espermatozoide y el óvulo", dijo.
Nadie puede dudar que exista vida humana desde el momento de la concepción. Ése es un dato científico, como bien lo expresa la Academia Nacional de Medicina. Pero como las personas por nacer, o las que ya terminaron en una bolsa de residuos patológicos no tienen o no tuvieron voz propia, es más fácil “saltearse” esta evidencia científica.
Y si esto no les alcanza a los abortistas, hacen uso de la creatividad, y en boca de la diputada Victoria Donda, hacen referencia a que “los derechos humanos son progresivos”. No, no es una broma. Es cierto. Eso expresó en su discurso previo a la votación reciente. Con este argumento, podríamos justificar también cualquier salvajada perpetrada en contra de un niño, haciendo referencia a la teoría “Donda”. Los adultos estaríamos más protegidos, supongo, con esta teoría de la progresividad a la hora de tener derechos.
Cierro con algunas expresiones de Gabriel Ballerini, Magister en Ética Bioética (UCA): “El derecho a la vida está por encima del derecho a elegir… No puede haber vida humana sin persona humana ya que el embrión no es una persona en potencia, lo es en acto… El embrión no es parte del cuerpo de la madre, su ADN es distinto… Decidir quién vive no es progresismo, eso es fascismo… Abortar no es un derecho ni una conquista social, es un delito”.
Me pregunto entonces:
- ¿Cuán progresista es sostener que los derechos son progresivos?
- ¿Quién realmente está contaminado por sus creencias cuando se ignora lo que define la más alta esfera de la ciencia?
GUSTAVO BEDROSSIAN