DEBATE SOBRE EL ABORTO

 Se está debatiendo en estos días, en el Congreso, pero más aún en la sociedad, un proyecto de ley de legalización del aborto. Estoy escuchando los pareceres de muchas personas que se supone más o menos destacadas en nuestro país: abogados, médicos, políticos, artistas, periodistas, etc., y muchos de los argumentos que esgrimen los defensores de ese proyecto, tienen que ver con la idea de progreso: ser un país moderno y actualizado, a la par de los más “avanzados” en su legislación, donde la mujer, dueña de su cuerpo, pueda liberarse del problema, complicación o estorbo que le genera un embarazo no deseado, disponiendo la muerte del ser que engendró. Pero eso sí: hasta un determinado tiempo de gestación, ya que parecería que no es el mismo ser aquél, antes y después de cierta fecha, luego de la cual, por una extraña metamorfosis, la “cosa” aquella mutaría en un ser humano. Y la clave de aquella mutación estaría en el calendario.

Mientras tanto yo recordaba las palabras de Pablo cuando les dice a los Romanos: «No tomen como modelo a este mundo, sino transfórmense por la renovación de la mente, para que sepan discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Rom 12,2).

Y me confirmaba en la convicción de que el mundo está manejado por el Padre de la Mentira, que tergiversa, profana y engaña. Él quiere que todos creamos que el avance de las ideas hacia la omnímoda voluntad del hombre es evolución; crecer como humanos, ir hacia adelante en la libertad individual.

Es obvio que el paradigma que nos sugiere el mundo que él gobierna, dista como el día a la noche de la forma de vida evangélica, aquella que Jesús nos propone. Que la libertad está en Él, que es la única Verdad. Que la realización del hombre tanto se aproxima a su ideal, cuanto más se identifica con la imagen que Dios pensó para crearlo, que es la suya propia y nos la mostró y propuso en su Hijo, nuestro Salvador. Y en eso consiste la verdadera evolución del hombre. Pero creo que lo que más me duele es que se vale, para sus propósitos, de muchas personas que se llaman a sí mismas cristianas, ¡y están bautizadas! pero sé que en realidad no conocen a Cristo ni guardan su Palabra. Y tal vez lo más grave es que no saben que están siendo usadas para tergiversar los misericordiosos planes de su Padre y Creador.

 El aborto es una tragedia para muchas mujeres –y también para algunos hombres con conciencia de la gravedad del acto-. Facilitarlo, hacerlo más asequible, no es, a todas luces, un avance de nuestra sociedad. Lo que se pregona como un progreso, lejos de ser un adelanto hacia la plenitud de los derechos de las mujeres, más bien es un paso más hacia su degradación. En este caso, en buena medida auto degradación, ya que son mayoritariamente mujeres las que hacen campaña por la aprobación de la ley. Es necesario pensar en otras soluciones al problema de la maternidad no deseada, antes que en matar a los hijos. Creo que están poniendo el carro delante del caballo. Y las consecuencias, estoy seguro, van a ser dolorosas.