¡Clama a mí y te responderé!
Es una promesa. Cuando tu jefe, tus compañeros de trabajo, tus hijos, tu cónyuge, tus padres te digan que no, que eres el peor de todos, un bueno para nada, un inútil.
¡Clama a mí y te responderé!
Es un compromiso, cuando al mirarte en el espejo no encuentres una razón por la que te levantaste de la cama, una motivación por la que salir a la calle.
¡Clama a mí y te responderé!
Es una roca a la que aferrarse cuando ya no sabes cómo llenar ese enorme vacío en tu pecho, cuando ya no encuentras para qué seguir respirando.
¡Clama a mí y te responderé!
Es un desafío de fe, un acto de valentía para avanzar en medio de la oscuridad del tunel, aún cuando no ves la luz al final. A tientas, creyendo aunque tus ojos no vean ni tus oídos escuchen.
¡Clama a mí y te responderé!
Es el llamadi del Padre, que te dice que no importa el pasado, no importa que una y otra vez hayas vuelto a caer, él siempre estará esperándote incondicionalmente, y ofreciéndote empezar de nuevo.
¡Clama a mí y te responderé!
Es la palabra que sale del corazón de Jesús porque sabe que has confiado una y otra vez en hombres y en religones de hombres. Que no supieron dar respuestas. Que te engañaron, que te despojaron, que terminaron arruinando tu matrimonio en lugar de ayudarles a reconstruirlo.
Lucas: 15 20 al 24 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
HÉCTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com