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General: UN CORAZÓN PEREGRINO
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 14/09/2018 15:16

Escuchar a mi obispo predicar acerca de lo que él llamó "un corazón peregrino", me trajo el recuerdo de un hermanito al cual esa característica se la podría aplicar sin temor a equivocarme.

 

Decía aquel día el Cardenal Bergoglio (hoy Papa Francisco), en la catedral de Buenos Aires, que no solamente los que recorren el mundo predicando, o hablan desde un púlpito llevan la palabra de Dios a sus hermanos. Que hay quienes, desde un rincón olvidado o un lugar insignificante para la sociedad, evangelizan por la fuerza que emana de su corazón desbordante de amor a Cristo.

 

En aquel mismo momento descubrí que la descripción coincidía con la de alguien que fuera importante en mi vida, y pensé que valdría la pena consignar por escrito el testimonio y ejemplo de aquel hombre. Para mí mismo, como recordatorio, y para cualquiera que pudiera leer esto en el futuro. Se trataba de un enfermo del hospital donde yo servía como ministro del alivio, y lo visitaba regularmente: el recordado y querido Eduardo.

 

Era él un hombre de mediana edad, postrado por una enfermedad que no sólo le impedía andar, sino también mover sus miembros, al punto de necesitar que le dieran de comer en la boca. Con gran gusto lo hice yo algunas veces, y él me lo agradecía siempre con una encantadora sonrisa. Padecía una parálisis progresiva que en poco tiempo iba, sin dudas, a acabar con su vida. Él lo sabía, aunque raramente hacía alusión a ello. Y aún entonces, sin dejar de sonreír.

Era un convertido de grande -no con una conversión estrepitosa, sino serena, gradual, gozosa y en paz - que oraba y recibía la Eucaristía con un fervor y una alegría poco comunes, y era un apóstol increíble. Su condición de salud potenciaba, sin dudas, su acción pastoral, que no era, ¡no podía ser! otra cosa que su testimonio de fe y de aceptación de lo que Dios permitía que ocurriera en su persona. Esto, que digo y escribo en un abrir y cerrar de ojos, es preciso vivirlo con plena convicción para poder manifestarlo con la vida, en circunstancias tan duras como las que atravesaba entonces Eduardo. Por esa época su esposa ya se había cansado de su papel de "Cirenea", y había dejado de acompañarlo. Solamente su madre y un hijo lo seguían visitando con frecuencia, y algunos amigos tan sólo de vez en cuando.

       

A todos obsequiaba aquel hombre una mirada dulce y comprensiva, una sonrisa franca y amplia, y una palabra de aliento. Y cuando me hablaba de sus compañeros enfermos, refiriéndose a alguno que no compartía del todo nuestras convicciones y nuestro entusiasmo y amor por Jesús, pero no se hallaba del todo lejos, solía decirme: «a éste ya lo tenemos en la gatera». Quería decir, claro, que estaba cerca; “en camino de conversión”. Él cumplía el mandato de Jesús de anunciar su Nombre y la Buena Noticia, sin poder mover siquiera uno de sus miembros. Tal era su encanto y dulzura, que trasmitía esperanza no sólo entre los demás enfermos, sino también entre el personal del hospital que lo cuidaba con enorme afecto. Y a todos los animaba a orar con él. Su persona y su ejemplo me recuerdan el consejo que San Francisco les escribía a sus hermanos frailes: “Prediquen siempre el Evangelio, si es preciso, hasta con la palabra”

 

Creo que no podría encontrar un más acabado arquetipo de corazón peregrino, ya que, aunque sus pies se negaban a llevarlo a misionar; aunque su cuerpo sufría duros dolores y su corazón sangraba, herido por el olvido y el abandono, compartía la fe y el amor por Cristo desde su lecho de enfermo, y desde allí derramó sobre muchos – incluido yo -  la gracia de que Dios lo colmaba.

 

Hace ya unos cuantos años que aquel querido amigo fue recibido, —con trompetas de gozo, estoy seguro— en la casa del Padre. Yo espero y deseo que sea Eduardo uno de los primeros en recibirme cuando el Señor decida llevarme a su Reino. Casi me atrevería a decir que sé que habrá de ser así. Será un motivo extra de alegría verlo bailotear contento sobre sus piernas sanísimas, y estrecharme fuertemente entre sus brazos otrora inertes.

 

Hoy, que estoy en una situación que quizás podría asemejar a la suya, en cuanto a que los achaques de la ancianidad me restan fuerzas y movilidad para brindarme hacia afuera, intento llegar con mis pobres letras por lo menos a algunos, para animarlos a caminar tras las huellas de Aquél que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (I Pe 2,9).

Y doy gracias al Señor por haber puesto en mi camino a Eduardo, ejemplo de vida por su paciencia, su esperanza y fervor apostólico. Él signó mi labor con los enfermos y  -estoy seguro-, también mi vida para siempre.

 

Quiera el Espíritu de Dios darnos –a cada uno de los que hemos aceptado a Jesús como nuestro Salvador-, la gracia de ser verdaderamente uno de aquellos discípulos de “corazón peregrino”, para que derramemos a nuestro alrededor ese amor que Él inspiró en nuestros corazones.



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 15/09/2018 13:01
¡Precioso testimonio, amigo!
Te animo a seguir adelante con esta línea.

HÉCTOR

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 18/09/2018 22:09
QUE HERMOSO TESTIMONIO HERMANO!!!
Personas que dejan huellas en nuestras vidas!! Testimonios de fe!!
Dios les bendiga mucho!



 
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