Amado, Dios está buscando un pueblo que confíe plenamente en él. El Señor no nos salvó para que pudiéramos deleitarnos eternamente en su bondad, misericordia y gloria. Él tuvo un propósito eterno al elegirnos a cada uno de nosotros y ese propósito va más allá de las bendiciones, el compañerismo y la revelación. El hecho es que Dios sigue extendiéndose hacia la humanidad perdida, en busca de personas con fe, que él puede moldear hasta convertir en su herramienta más grande de evangelización.
Dios estaba buscando un pueblo así en los días de Gedeón. Cuando Gedeón solicitó voluntarios para luchar contra los madianitas, miles de israelitas respondieron. Pero el Señor le dijo a Gedeón: “El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano … haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo: Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase” (Jueces 7:2-3).
Dios le estaba diciendo a Gedeón: “Si alguien tiene miedo, dile que se vaya a casa ahora. No permitiré que mi ejército sea infectado por el miedo”. De hecho, Dios estaba rechazando voluntarios para su ejército; en un punto, unos 22,000 escépticos fueron enviados a casa. Gedeón eventualmente redujo el número de voluntarios a 10,000, pero Dios le dijo que aún había demasiados y finalmente, el Señor se decidió por 300 soldados probados para la batalla.
Esto debería decirnos algo. Mientras el Señor busca mensajeros del Evangelio que pueda enviar al mundo, no va a reclutar iglesias cuyas bancas estén llenas de personas temerosas, dudosas y que no han sido probadas. Él no buscará organizaciones religiosas poderosas y eficientes ni seminaristas altamente educados. Dios usa las organizaciones y a las personas altamente educadas, por supuesto, pero ninguno de estos, en sí mismos, tiene los recursos necesarios para ser los mensajeros probados de Dios.
Entonces, ¿qué se necesita para llegar a un mundo perdido y herido? Dios está buscando a aquellos que estén dispuestos a ser probados, probados por fuego, aquellos cuya fe él pueda purificar y hacerlos como oro puro.
DAVID WILKERSON