Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Fraternalmente unidos
¡ Feliz Cumpleaños Aida Luz Cardona !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 Normas de convivencia en el grupo-- 
 Lee la Biblia aquí! 
 Biblia en Power Point 
 Conoce tu Biblia 
 La Biblia en ocho versiones 
 Recursos Teológicos 
 Estudios biblicos 
 Reflexiones- Hernán 
 Selección de pasajes Bíblicos- por Hernán 
 Biografías de hombres de la Reforma protestante- Por Hernán 
 Arqueología Bíblica (por Ethel) 
 Reflexiones 
 Jaime Batista -Reflexiones 
 Tiempo devocional-Hector Spaccarotella 
 Mensajes de ánimo--Por Migdalia 
 Devocionales 
 Escritos de Patry 
 Escritos de Araceli 
 Mujer y familia- 
 Poemas y poesias 
 Música cristiana para disfrutar 
 Creaciones de Sra Sara 
 Fondos Araceli 
 Firmas hechas-Busca la tuya 
 Pide Firmas 
 Regala Gifs 
 Libros cristianos (por Ethel) 
 Panel de PPT 
 Amigos unidos-Macbelu 
 Entregas de Caroly 
 Regala Fondos 
 Texturas p/ Fondos 
 Separadores y barritas 
 Retira tu firma 
 Tutos 
 Tareas HTML 
 COMUNIDADES AMIGAS 
 
 
  Herramientas
 
General: EL PRIMER PASO PARA COMPARTIR TU FE
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: hectorspaccarotella  (Mensaje original) Enviado: 27/10/2018 13:21

En el Antiguo Testamento leemos la historia de la esposa de Jacob, Raquel, y su deseo desesperado de tener un hijo. Ella ya no podía soportar la idea de vivir sin conocer el gozo del parto, sin experimentar todo lo que ella estaba supuesta a experimentar, como mujer en la cultura judía. El dolor de Raquel era insoportable y ella le clamó a Jacob: “Dame hijos, o si no, me muero” (Génesis 30:1).

Llevar un alma a Cristo es muy parecido a dar a luz. El Espíritu Santo concibe el deseo en nuestros corazones, y luego comenzamos a nutrir el proceso, orando por las almas regularmente. Anhelamos ver a nuestro bebé nacer; y cuando nace, no queremos dejarlo nunca. Jugamos con él, abrazamos y mentoreamos la nueva creación de Dios. Plantamos y regamos, orando para que Dios dé el crecimiento. Sólo pensamos en ayudar a nuestro hijo a crecer, a florecer y a tomar la imagen de Cristo.

¡Si tan sólo cada seguidor de Cristo sintiera esta misma sensación de pasión y urgencia por traer un nuevo hijo al reino de Dios! Si tan sólo decidiéramos que ya no podemos vivir con la idea de ser estériles. Si tan sólo el deseo ardiera dentro de nuestros corazones hasta que no podamos contenerlo más, hasta que finalmente nos mantengamos clamando a Dios: “Dame un hijo, o si no, espiritual o me moriré".

Dondequiera que voy, me encuentro con cristianos que nunca han sentido la alegría de llevar un alma a Cristo. Vienen a mí pidiendo consejo, generalmente con los ojos mirando al suelo, avergonzados. Les digo que no se avergüencen de este hecho, sino que se emocionen de que el Espíritu Santo está trayendo convicción a sus corazones.

“El primer paso para compartir tu fe es desarrollar un deseo ardiente de hacerlo”, les digo. Podemos contar con que el Espíritu Santo encenderá este deseo desesperado dentro de nosotros, porque esto es exactamente lo que él quiere hacer.


Nicky Cruz,



Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados