“Pero no oyeron, ni inclinaron su oído, antes se fueron cada uno tras la imaginación de su malvado corazón”, Jeremías 11:8 RVR1960.
El ser humano es por naturaleza muy creativo. La creatividad es una de las maneras de reflejar la imagen de Dios, y también de expresar nuestra devoción y adoración a Él. Es una delicia enriquecedora poder disfrutar las maneras en que otros han desarrollado su talento a partir de esas habilidades naturales innatas que Dios les ha dado como una evidencia de su gracia.
Sin embargo, esta capacidad de crear a veces es utilizada para el mal. Hay otro lado de la creatividad. Por ejemplo, están las maneras creativas de negar los derechos y dignidad de otros seres humanos, las maneras creativas de describir las expresiones y preferencias sexuales en nuestro mundo permisivo, y las maneras creativas de usar la Biblia para justificar nuestras conductas pecaminosas.
También podemos mencionar cómo podemos creativamente esconder nuestras motivaciones divididas o mezcladas en el ministerio, o las maneras creativas en que decimos ejercer “discernimiento” en lugar de reconocerlo como crítica y juicio en contra de nuestros hermanos. Como podemos ver, a menudo usamos nuestra creatividad para lo malo.
Es una aventura de fe explorar esta forma de creatividad de nuestro corazón y aprender a confrontarlo con las verdades del evangelio; ver que estas acciones son expresiones de nuestra pecaminosidad que revelan cómo y quiénes somos en realidad.
Las buenas noticias para ti y para mí son que, en los momentos en que nos examinamos, podemos reconocer la obra y gracia de Dios en nuestra vida, no solo dándonos esta oportunidad de ver profundamente nuestro corazón y las dinámicas que lo atan, sino también recordándonos su gran amor por nosotros en la persona y obra de su Hijo. Son momentos para que, con gran gozo, celebremos la realidad de que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1 RV60).