En los primeros años de la Iglesia, una gran persecución tuvo lugar. Durante ese terrible período, el apóstol Juan fue hecho prisionero y enviado a Roma antes de ser desterrado a la Isla de Patmos para morir. Patmos era un lugar pequeño y desolado habitado sólo por unos pocos prisioneros que habían sido exiliados allí.
Cuando Juan desembarcó en Patmos, lo dejaron varado, abandonado, aislado. Más tarde escribiría: “Fui desterrado a Patmos por la palabra de Dios y por el testimonio de Jesucristo” (ver Apocalipsis 1:9).
¿Por qué Juan, un discípulo de Jesús, recibió tal sentencia? ¿Y por qué era Roma, el poder gobernante del mundo, desesperada por aislarlo de la civilización? Claramente, Roma lo consideraba una amenaza, ya que obviamente era reconocido, tanto entre judíos como gentiles.
Ahora, Juan sería visto como un fracaso. Si él fuera evaluado por los estándares actuales de éxito, se consideraría que no vale nada: no tenía congregación, ni iglesia, ni dinero, ni vehículo, ni casa, ni ropa decente.
¡Pero qué equivocados estarían todos! Algo increíble le sucedió a Juan después de sus primeros días en Patmos. Él tomó una decisión que impactó a toda la iglesia en el mundo por la eternidad. En pocas palabras, Juan murió a todos sus planes propios y pensó en el ministerio. Por lo que él sabía, su exilio en Patmos era su suerte final, pero él estaba decidido a adorar a Dios. “Voy a caminar en el Espíritu y a dedicarme a buscar el rostro de Dios. Ahora tengo tiempo para conocerlo como nunca lo he hecho”.
La vida de Juan se redujo a un solo enfoque: sólo Jesucristo. Y dijo, en esencia: “Todo lo que alguna vez necesitaré es oración, adoración y comunión con el Señor”. Fue allí en Patmos que Juan aprendió a depender de la voz del Espíritu Santo. Y la buena noticia es que más tarde, a Juan se le dio su libertad y sus escritos se convirtieron en una luz ungida para el mundo.
No necesitas estar aislado para entregarte totalmente a la comunión con el Señor. Dios se encontrará contigo justo donde estás, en cualquier momento del día o de la noche, si tan sólo lo invocas.
DAVID WILKERSON