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General: LA ESCUDILLA DE BARRO EN LA VIDA DEL ALFARERO
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 02/11/2018 13:04


 

Hoy se me ocurre que es válido formularme una vez más la pregunta: ¿al fin de cuentas, qué es el hombre para que Dios se ocupe así de él; para que lo ame tanto?
 Se ha dicho, y estoy convencido de ello, que Dios es más grande que mi razón, más grande que mi conciencia. ¡Es más grande que mi pecado! (Cf. 1 Jn 3, 20)
También se dice que el corazón es la cuna de los sentimientos: lo más bello y valioso de cuanto Él nos dotara. Y aunque Dios es infinitamente más grande que mi corazón, sin embargo quiere habitar en él (Cf. Jn 14,23).                              
      Creo que el más enorme misterio del amor que siente Dios por el hombre es que haya creado en él un corazón capaz de albergar sentimientos tan hondos (para el bien y para el mal), y que lo haya creado con el propósito y fin de vivir en él; de tener su “refugio” en él, como vos y yo tenemos un amigo querido en quien descansar de preocupaciones y desvelos.
      Cabe que nos preguntemos: ¿habría en la Naturaleza divina una necesidad profunda, recóndita y misteriosa; un deseo esencial e íntimo que atenazaba el divino Corazón, y lo impulsaba a la aventura de dar vida a una criatura que –Él bien lo sabía-, le iba a ser tan esquiva y problemática? 
        Las condiciones síquicas, y espirituales de que lo dotara, únicas entre todos los demás seres del planeta, dan cuenta de la enorme predilección que tuvo Dios para con su creación más amada.
        Dirigir la mirada a nuestro alrededor, al escenario en el que se desenvuelve la vida del hombre cotidianamente, nos da cuenta de la delicadeza y dulzura que Dios ha tenido para con nosotros. Porque el hombre, por un exclusivo y singular privilegio, es el único ser de su entorno que puede apreciar, gozar y aprovechar tantas maravillas y riquezas como nos ofrece este mundo al que, sin dudar, podríamos llamar, como lo hace la misma Biblia, jardín o paraíso terrenal, aunque el mismo hombre se empeñaría luego en transformarlo en un páramo, como está sucediendo en nuestros días.
      Tengo para mí que, si Dios, en su infinita sabiduría, soñó y decidió emprender la aventura de crearnos, sabiendo lo que le costaríamos a su Hijo, ha de haber sido sin duda porque no pensaba hacer del hombre un ser pequeño e intrascendente; uno más de entre tantos seres que crearía, sino alguien capaz de dar cabida a los sentimientos más profundos y enormes, engendrados y nacidos de la matriz de los suyos propios.
     Si cualquiera de nosotros tuviera el poder de hacer a sus hijos según su voluntad, no dudo de que pondría en ellos las más importantes virtudes. Los haría honestos, valientes, generosos, fieles en la amistad, sin dobleces...y por supuesto, los haría libres, y pondría en sus corazones puertas que pudieran cerrarse al mal, para preservar esas virtudes,
     Y así, con el corazón de una madre que sueña a sus hijos, creó Dios al hombre, y le sembró la semilla de esos sentimientos, con aspiraciones de Cielo y eternidad para sí mismo y para sus hermanos, que luego el mismo hombre podría llevar a su expresión más elevada.
Pero como no atinamos a cerrar a tiempo aquellas puertas para impedir que el pecado se adueñara de los corazones, para rescatarnos de la insensatez y locura en que habíamos llegado a caer, optó Dios por enviar al mundo lo mejor de Sí: el Hijo de sus entrañas, «para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16).  Así ponía el sello definitivo a su obra maestra. Aquél que Él creara para ser su amigo, su hijo: el hombre, era recuperado para Sí, por su Hijo, el Cristo.
     En este tiempo en que el Espíritu me revela, a través de su Palabra que sopla suavemente en mi interior, aquello que te decía al comienzo de esta reflexión: que Dios es mayor que nuestra razón, nuestra conciencia y nuestras miserias, creo barruntar la paradoja de que Dios, que es más grande; infinitamente más grande que mi corazón, tiene sin embargo morada en mi corazón (Cf Jn 14, 23). Y porque «es amor» (1 Jn 4, 16) y tiene por mí tanta predilección y vive en mí, conoce mejor que yo mismo las intenciones que me mueven, y esa ha de ser la razón de su misericordia y su perdón para mis “aflojadas”. Sin duda es por eso que me da cada día nuevas oportunidades de rectificarme y crecer en la fe, en la esperanza y en el amor que me regaló. Yo solamente debería atesorarlos y ponerlos por obra en mi vida, para llegar a ser aquél que el Padre soñara.

Te ruego que todos esos “mí” que me atribuyo arriba, vos los hagas tuyos. En verdad me refiero a cada uno de nosotros.
A los que aceptáramos la ofrenda que el Hijo nos había hecho, y le franqueáramos las puertas del corazón, nos tenía reservado un destino de grandeza inmerecido e impensado para la criatura: compartir su propia naturaleza divina por toda la eternidad. ¡Por un milagro de amor, la escudilla de barro podía llegar a compartir la vida de su Alfarero!
Por eso te digo hoy: ¡levantate y gritá vos también tu gozo de haber sido elegido su amigo, su hijo!  Cristo te está diciendo en este mismo momento: “Te espero en la Casa de mi Padre, que es también el tuyo, para que bebamos juntos el vino nuevo” (cf. Mt 26, 29).
La idea de poder llegar a compartir con Cristo su casa, su pan y su vino, y por Él y en Él hasta la misma Naturaleza divina, fue arraigando lentamente en mi corazón, a pesar de que mi razón me decía que era una locura. Hoy estoy seguro de que es una locura. Es la locura del amor de Dios, que es la única y verdadera cordura y sensatez. «Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres» (1 Cor 1, 25).
      Con esta firme convicción, quiero vivir lo que me resta, atesorando lo ya vivido –lo bello y lo feo- como una enseñanza ininterrumpida, y brindando a los hermanos lo poco que tengo y sé. Ahora que estoy mucho más cerca del final que del inicio, estoy firmemente convencido de que la vida no acaba con la muerte. Sé que ése es el necesario, aunque doloroso, salto para salvar el último gran escalón de la evolución, y gozar definitivamente de Dios en la gloria. Por eso la espero sin ningún temor, como la crisálida aguarda la mutación que, liberándola de sus envolturas la transformará en mariposa, y le permitirá volar en libertad.
     Si acaso te sintieras desanimado por las deserciones en tu entorno, no te alarmes. La falta de fe, las crisis de desacralización en el mundo, no son nuevas. Periódicamente ocurren. ¡Coraje: Jesucristo ha vencido al mundo! (Cf. Jn 16, 33). Te animo a que confíes en que lo positivo, lo esperanzador: la fe que te regaló. Ella es más potente que el mal y sus consecuencias. Para eso es preciso que hagas tu parte en la tarea de construir el Reino desde el aquí y el ahora, arrimando tu granito de arena. Esto es: poniendo la mente, el corazón y los brazos al servicio de los hermanos. Con la enorme alegría de haber sido escogido por Dios para vivir y contagiar la esperanza en Cristo y en el destino de gloria que nos tiene prometido.
     Las imágenes de la nueva tierra y el cielo nuevo que nos adelanta el Apocalipsis, involucran también al hombre nuevo, que, con la aceptación de Jesucristo, nació a una Vida que no culminará jamás, porque Dios mismo sembró en él su propia semilla de eternidad, y seremos para siempre con Dios, como Dios, en Dios.
       Por todo esto me regocijo, y te invito a que proclames junto conmigo ese gozo, con el grito de júbilo que nos propone Isaías: «¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz, y la gloria del Señor amanece sobre ti!» (Is 60, 1).

Ya desde un comienzo hallaba Dios, nos dice la Biblia, un gozo en estar con el hombre. «Lo buscaba paseando por el jardín a la hora de la brisa» (Cf. Gen 3,8-9). Y en el libro de Sofonías leo: «Yahvéh, tu Dios, está en medio de ti. ¡Un poderoso salvador! Él exulta de gozo por ti, te renueva por su amor; danza por ti con gritos de júbilo» (So 3, 17). Ése es el sentimiento de Dios por nosotros.




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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 02/11/2018 16:59
Nestor, estoy conmovido por la profundidad de tu mensaje. Creo que es lo más profundo tuyo que leí hasta ahora. Solamente ¡gracias!

HÉCTOR

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Dios es mi paz Enviado: 14/12/2018 23:27


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Muy buen mensaje, fue de gran bendición, gracias!! 
Araceli


 
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