“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad … vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16-17).
Dios es el dador de dádivas maravillosas, asombrosas. Pero existe tal cosa como nosotros no saber cómo recibirlas. Ese fue mi caso, cuando mi hija primogénita, Alicia, vino al mundo. Yo todavía estaba intentando descubrir cómo ser un marido decente para mi bella novia, Gloria, y de pronto me encontré frente a la tarea de ser padre de una niña preciosa.
Apenas unos años antes, un psicólogo designado por la corte me había dicho que yo nunca sería una persona normal debido a mi terrible pasado. También me dijo: “Tienes un lado oscuro ... y no sabes cómo amar o ser amado”. Esas palabras me perseguían.
Desde el momento en que trajimos a Alicia a casa del hospital, Gloria pudo decir que algo estaba mal en mi respuesta hacia ella. Me inclinaba sobre la cuna de nuestra hija y le frotaba el rostro con las manos, pero nunca la cargaba. Cuando Alicia tenía aproximadamente cuatro semanas de edad, Gloria me preguntó por qué no quería sostener a la bebé y yo le dije: “No sé cómo”. “Entonces déjame mostrarte”, dijo.
Mientras sostenía a mi hija y sentía una ternura y un amor abrumadores corriendo por mi corazón, por primera vez en mi vida entendí lo que significaba ser padre. Y también en ese momento finalmente entendí lo que significa recibir una dádiva irrevocable e insustituible del Salvador.
Como creyente en el Señor Jesucristo, Dios te ha dado una dádiva incomparable: el don del Espíritu Santo. Dios le ha confiado a cada uno de sus seguidores una medida de su poder, una pequeña parte de sí mismo. Es un regalo que ninguno de nosotros merece, y uno que nunca podremos pagar, sin embargo, él lo da gratuita y voluntariamente a todos los que confían en él. Esta dádiva no debe tomarse a la ligera y él quiere que aprendas a recibirla en su totalidad.
Nicky Cruz, evangelista internacionalmente conocido y prolífico autor, se volvió a Jesucristo de una vida de violencia y crimen después de encontrarse con David Wilkerson en la ciudad de Nueva York en 1958 La historia de su dramática conversión fue contada por primera vez en el libro “La Cruz y el Puñal” escrito por David Wilkerson y más tarde en su propio best seller “Corre, Nicky, Corre”.