Dios todavía habla a su pueblo hoy. Y habla tan claramente como lo hizo en el Antiguo Testamento, a los apóstoles, o a la iglesia primitiva. Sin embargo, debemos darnos cuenta de una cosa: Dios elige hablar sólo a aquellos que tienen oídos para oír.
Marcos nos dice que Cristo “les enseñaba por parábolas muchas cosas” (Marcos 4:2). En este pasaje, Jesús cuenta la parábola del hombre que siembra la semilla en un campo. Sin embargo, cuando terminó el relato, las multitudes se desconcertaron y se preguntaron: “¿Quién es este sembrador que está describiendo? ¿Y qué representa la semilla?”
Jesús no se los explicó; en cambio, la Escritura dice: “Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga” (4:9). Sólo los discípulos y algunos otros querían respuestas, por lo que acudieron a Jesús después, preguntando por el significado de la parábola: “Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola” (4:10). Entonces Cristo se tomó el tiempo para responder a todas sus dudas (ver 4:14-20).
Veamos lo que estaba pasando aquí. Jesús le había dado a la multitud una verdad revelada, una palabra dada directamente de la boca de Dios, pero ésta los desconcertó. Quizás te preguntes por qué Jesús no explicó la parábola más claramente al principio, pero yo creo que él estaba diciendo: “Si quieren entender mi Palabra, tendrán que buscarme para obtener la respuesta. Vengan a mí con hambre por una verdad que los hará libres y les daré toda la revelación que necesitan”.
Puedo imaginar que cuando la mayoría de la multitud, ese día se fue a casa, sus vecinos se reunieron alrededor de ellos, ansiosos por escuchar lo que Jesús había dicho. “Cuéntennos todo lo que aprendieron”, insistieron. Y aunque ellos pudieron haber recitado las parábolas, sus palabras habrían sido muertas, sin vida, sin poder transformador de vida. Fueron los que se quedaron atrás, quienes se quedaron en su presencia, aquellos que recibieron la revelación transformadora de vida de Cristo.
¿Estás dispuesto a esperar en Cristo para recibir sus secretos? Renuncia a tus comodidades para hacer lo que sea necesario para entrenar tu oído para oír su voz.
DAVID WILKERSON