Después de dar a luz a mi hija, no me sentía normal. Andaba de malas, me molestaba fácilmente, y me sentía agotada mental y físicamente. Todavía me estaba recuperando de un embarazo traumático, y algunos amigos queridos me sugirieron que acudiera a un consejero para hablar sobre ello. Estaba ansiosa por asistir a mi primera sesión de consejería porque pensé que sería una excelente oportunidad para desahogarme de los desafíos por los que pasaba.
Entré lista para hablar sobre mis sentimientos y sobre mí, por lo que cuando mi consejero me sugirió que incluyéramos a mi esposo en las sesiones de consejería que faltaban, me sorprendió. Me resistí a la idea de que él asistiera.
No necesitamos consejería, pensé.
Como muchas personas, mi esposo y yo asumimos que ver a un consejero implicaba que algo andaba mal en nuestro matrimonio. Ninguno de los dos quería sentir que estábamos fallando en ser buenos cónyuges, ni queríamos que otros creyeran que nuestro matrimonio estaba pasando por dificultades.
Y sin embargo, debido a que los dos deseábamos un mejor matrimonio, nos comprometimos a tener sesiones quincenales con nuestro consejero.
Superando el tabú
Como mujer cristiana de color, he notado que la consejería matrimonial puede ser un tema tabú en la comunidad cristiana y afroamericana. Creo que este estigma florece por varias razones
1. La cultura de autoayuda
En un momento u otro, he escuchado a personas hacer a un lado la consejería diciendo cosas como: Tienes que salir adelante por ti mismo. Deja de ser dramático. No necesitas consejería. Puedes ayudarte a ti mismo y ahorrarte el dinero.
Muchos de nosotros tenemos una visión egocéntrica cuando se trata de crecimiento. Nuestro orgullo nos lleva a creer que no necesitamos ayuda.
Esas exhortaciones revelan que muchos de nosotros tenemos una visión egocéntrica cuando se trata de crecimiento. Nuestro orgullo nos lleva a creer que no necesitamos ayuda. En lugar de ver la consejería como una marca de sabiduría, somos propensos a verla como un defecto de debilidad.
2. Temor
Lamentablemente, nuestra renuencia a recibir ayuda a menudo revela un miedo profundo. Tememos ser irreparables.
Yo dudaba que la consejería fuera efectiva porque hacía que mis luchas parecieran demasiado grandes, incluso insuperables. En mi mente, mis problemas eran demasiado grandes para que un profesional los pudiera solucionar.
3. Malentendidos
No crecí en un entorno en el que la consejería se discutiera o promoviera regularmente, así que tenía muchas ideas erróneas. Pensaba que la consejería era una respuesta a las cosas que no funcionan, y no como lo que antecede el crecimiento personal y las relaciones sanas. Creía que la consejería era demasiado costosa. No tenía conocimiento de los beneficios de salud mental que ofrecen muchas compañías. Desconfiaba de la mayoría de los consejeros porque no quería que me influenciaran mal. No sabía si podría encontrar un consejero cristiano que compartiera mis convicciones y apoyara una cosmovisión bíblica.
La humildad acepta ayuda
Inicialmente, debido a estos malentendidos, mi esposo y yo dudamos al pensar en la consejería matrimonial. Éramos orgullosos. Extremadamente orgullosos. Pero durante cada sesión recibimos una gran dosis de humildad al reconocer áreas específicas de nuestro matrimonio que necesitaban trabajo.
Como seres humanos, nuestra falta de humildad se remonta a Génesis 3. La caída del hombre siguió inmediatamente nuestra rebelión orgullosa contra Dios en el jardín del Edén. Pero en su infinita gracia y misericordia, Él no nos abandonó. Nos rescató al enviar a Cristo para salvarnos del pecado.
Debemos reconocer nuestra necesidad de ayuda. Con el matrimonio es igual.
Pero para recibir los beneficios del sacrificio de Cristo, debemos arrepentirnos humildemente. La humildad está en el corazón de abrazar el evangelio. Dios resiste a los soberbios; solo los humildes recibirán su gracia (Stg. 4:6). Este punto es fundamental para toda la vida cristiana: debemos ser humildes. Debemos reconocer nuestra necesidad de ayuda. Con el matrimonio es igual.
Bienestar matrimonial
En estos días, nuestras sesiones de consejería matrimonial son como una cita de rutina para revisar nuestra salud. Por lo general, cuando alguien va al médico para una cita de rutina, el médico simplemente verifica que todo esté funcionando correctamente, pero a veces encuentra algo que requiere un poco más de atención. Este es el caso con nosotros. Aunque a menudo sentimos que todo está bien en nuestro matrimonio, a través de nuestro consejero podemos descubrir áreas de nuestro matrimonio que requieren ayuda.
Ahora, cuando mis amigos discuten sus matrimonios conmigo, no dudo en recomendarles que vean a un consejero que sea piadoso y tenga una cosmovisión bíblica.
Mi esposo y yo consideramos la consejería matrimonial como una gracia que está reformando hermosamente nuestro matrimonio. Nuestras lecciones de humildad comenzaron con el primer paso de buscar consejería, y continúan con cada sesión. Nuestro compromiso de continuar con la consejería sirve como un recordatorio simple pero grandioso de nuestro compromiso de por vida de amar, honrar, y cuidar a los demás.