Henry Ford afirmó: “Todo el secreto de una vida es descubrir qué estamos destinados a hacer, y luego hacerlo”.
Y un relato de mi querido primo Alejandro Bedrossian (“La Única Vida Posible”), nos invita a pensar también sobre este asunto:
“Elías es actor, pero no lo sabe y trabaja en una compañía de seguros. Fátima es astrónoma, pero tampoco lo sabe y actualmente archiva formularios en un centro de gestión. Jorge es bailarín de danza clásica, pero nunca se dio cuenta. Ahora está excedido de peso y atiende su ferretería. Elena nació para ser madre de dos hijos y abuela de cuatro nietos, pero no se animó a tenerlos y vive sola, vendiendo productos de Avon. Nerina es escritora, pero le pareció imposible y ahora tiene un próspero kiosco en zona sur. Martín es la persona indicada para enseñar a sembrar a los campesinos de Nyéléni en Kenia y cambiar la suerte de una región, pero está destinado por su familia a seguir liderando la fábrica de persianas que fundó su abuelo en Villa Lugano.
Diego es piloto de avión. En este momento no tiene dinero para pagar las horas de vuelo. Elías, Fátima, Jorge, Elena, Nerina y Martín le dicen que sea realista y asegure su futuro con algo que le dé de comer. Pero Diego ya está volando y cruzando el océano, porque sabe que para eso fue creado y está decido a ser lo que él es, sea como sea, en su única vida”.
Y entonces, luego de reflexionar sobre la frase de Ford y el relato de Alejandro…
- ¿Estamos dispuestos a descubrir quiénes somos?
- ¿Nos haremos cargo de nuestro destino?
- ¿Seguiremos resignando oportunidades y regalando el tiempo?
- ¿Pagaremos el precio por un cambio que seguramente ha de ser muy alto?
- ¿Nos mentiremos una vez más con alguna nueva excusa?
Pagar el precio por ser quienes somos es muy alto, pero apasionante.
Pagar el precio por no ser quienes somos es incalculable, y además asfixiante.
Estás a tiempo. Pero el camino hay que transitarlo hoy, aunque sea muy de a poco. Mañana es tarde.
GUSTAVO BEDROSSIAN