Como cristianos, los estudios bíblicos en grupos pequeños son una de las herramientas más poderosas que tenemos para obedecer el mandato que Jesús nos dio: hacer discípulos en todas las naciones (Mt. 28:16-20).
Como pastor, dos de mis cosas favoritas acerca de los estudios bíblicos en grupos pequeños son (1) que pueden ser dirigidos por cualquier persona y (2) que pueden hacerse en cualquier lugar. No necesitas tener educación de seminario o experiencia profesional en el ministerio para reunirte con algunos amigos, abrir la Biblia, y escuchar lo que Dios dice. Tampoco necesitas acceso a un edificio de la iglesia, ya que puedes empezar un estudio en donde sea que estés: tu hogar, tu trabajo, tu escuela, tu vecindario… donde sea.
Debido a que los estudios bíblicos en grupos pequeños son tan poderosos y flexibles, es importante que aprovechemos estos beneficios para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia. Aquí hay cuatro consejos que espero te ayuden a aprovechar al máximo el estudio bíblico que diriges, o te inspiren a empezar uno en tu esfera de influencia.
1. Deja que la Biblia hable más que tú.
Aunque le llamamos “estudio bíblico”, en muchos casos un nombre más adecuado para nuestro estudio en grupo pequeño sería más bien “estudio del maestro”.
Como líderes de estudio bíblico, frecuentemente sentimos el peso de la responsabilidad de que los miembros se vayan con un entendimiento rico de la Palabra de Dios. Pero muchas veces permitimos que este deseo sano nos dirija hacia un estilo de enseñanza poco sano. Podríamos hacer esto dando las respuestas a preguntas cruciales sobre el texto bíblico en lugar de permitir que los miembros descubran las respuestas en la Biblia. Eso le enseña a los miembros a depender de nosotros para buscar la verdad en lugar de depender de la Palabra de Dios. O podríamos hacerlo al proveer nuestras respuestas a las preguntas después de que los miembros del grupo ya dieron las suyas, lo que les enseña que las respuestas que encontraron en la Biblia son insuficientes sin nuestras ideas adicionales.
Los mejores maestros de la Biblia son aquellos que pueden hacer las mejores preguntas para que otros encuentren las respuestas en la Biblia.
Los mejores maestros de la Biblia no son aquellos que pueden compartir la mayor cantidad de información o proveer las mejores respuestas. En cambio, son aquellos que pueden hacer las mejores preguntas para que los miembros del grupo encuentren las respuestas en la Biblia en lugar de en su líder.
2. Deja que el Espíritu guíe.
Como líderes que se han preparado bien antes del estudio, frecuentemente venimos al grupo ya con nuestras conclusiones acerca del pasaje. Esto es maravilloso para nosotros como individuos, pero puede ser peligroso para los otros miembros del grupo cuando intentamos guiarlos hacia las mismas ideas.
Cuando hacemos esto, interferimos con el Espíritu Santo, quien podría elegir usar el mismo texto para guiar a otros miembros hacia distintos pensamientos, aplicaciones, y convicciones que pueden surgir de un entendimiento correcto del pasaje. Además, sin querer podemos comunicarle al grupo que no han llegado a la respuesta correcta hasta que lleguemos a nuestra respuesta. Ya sea que tengas esa intención o no, cuando intentas guiar al grupo hacia tu respuesta, haces que los miembros se pongan nerviosos de compartir sus ideas, porque saben que podrían no corresponder con la respuesta “correcta” que buscas.
Es de suma importancia que resistas la tentación de guiar a los miembros del grupo hacia tus respuestas particulares, y en lugar de eso confíes en que el Espíritu Santo los guiará a la verdad, incluso si no es la idea que hubieras elegido enfatizar.
3. Da retroalimentación sin avergonzar.
Durante un estudio bíblico, los miembros dicen toda clase de cosas. Algunas de ellas serán muy perspicaces, algunas serán bastante obvias, y otras serán simplemente erróneas. Con el perspicaz y el obvio, los líderes tienden a cometer el error de no decir nada. Con el equivocado, los líderes tienden a cometer el error de corregir al miembro de manera humillante. Ambas estrategias son insuficientes.
No importa lo que se diga, los líderes del grupo deben proveer retroalimentación. Un facilitador nunca debe sentarse en silencio después de que alguien comparte su perspectiva, sin importar cuál sea. Tampoco puedes simplemente decir “Muy bien”, o “¿Alguien más tiene algún comentario?”. Cuando haces cualquiera de estas cosas, estás fallando en facilitar, y dejas a todos los demás pensando en si hay algo errado o inútil en lo que se acaba de decir.
En lugar de eso, puedes responder a cada pensamiento en una de tres maneras:
- Primero, puedes resumir en tus propias palabras lo que se dijo. Esto suele ser útil porque los miembros del grupo a veces pasan varios minutos confusos explicando algo que puedes resumir en una oración y así aclararlo para todos los presentes.
- Segundo, puedes ofrecer ánimo con una frase sencilla como: “Gracias por compartir eso”, “Buenas ideas”, o “Esa es una observación excelente”.
- Tercero, si un miembro del grupo dice algo que está completamente fuera de lugar, puedes responder con preguntas para guiar, en lugar de corrección para humillar. “Eso es interesante, ¿podrías compartir con nosotros cómo llegaste a esa conclusión?”. “Puedo ver por qué piensas eso, ¿pero los versículos 5 y 6 no parecen decir algo diferente?”. “Nunca lo había pensado de esa manera, ¿puedes pensar en otros pasajes bíblicos que apoyen o contradigan eso?”.
4. Solicita participación, no la demandes.
Aunque deseas que cada miembro de tu grupo participe activamente, su participación verbal no es lo más importante. Lo más importante es que interactúen con la Palabra de Dios.
El Espíritu de Dios usa la combinación de la Palabra de Dios y el pueblo de Dios para enseñarnos y transformarnos de maneras profundas.
Algunos estarán cómodos haciendo esto en voz alta, pero otros no tanto, ya sea por su personalidad, su falta de conocimiento bíblico, su miedo a ser corregidos, o su poca familiaridad con los miembros del grupo. Cuando obligas a alguien así a compartir algo cuando no está listo, o leer en voz alta cuando no se siente cómodo, corres el riesgo de hacer que la experiencia de estudiar la Biblia se vuelva desagradable para ellos. Esto, por supuesto, es exactamente lo opuesto a lo que buscas.
En lugar de pedirles que participen en público, es sabio acercarse a solas a aquellos que no han participado. En ese contexto puedes preguntarles si estarían o no cómodos con que les llames a leer o a responder preguntas en el futuro. Si no, puedes preguntarles por qué, lo cual podría llevarte a una oportunidad de discipulado. También te empoderará para guiarles de manera mucho más amorosa y hábil.
Recuerda: el Espíritu de Dios usa la combinación de la Palabra de Dios y el pueblo de Dios para enseñarnos y transformarnos de maneras profundas. Quizá los cuatro consejos anteriores te serán útiles mientras juegas tu rol en ese proceso.