“Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Co. 10:31). La idea central de este pasaje es sencilla: toda actuación en la vida cristiana debe llevarse a cabo con el objetivo de glorificar a Dios. Es decir, que dicha actuación “hable bien” del Dios al que servimos.
Esto abarca todo en nuestras vidas, incluyendo la forma en que pensamos de los negocios multiniveles.
¿Qué son los negocios multiniveles y cómo funcionan?
Para empezar, ¿qué es un “negocio multinivel”? Son esquemas diseñados para vender un determinado producto o servicio. Su funcionamiento consiste en vender a consumidores finales a los que en algunos casos se les invita a incorporarse como distribuidores independientes. En caso de aceptar la invitación, dichas personas venderán también el producto y la persona que originalmente hizo la propuesta recibirá cierto beneficio, a veces llamado “comisión residual”.
A su vez, los nuevos distribuidores invitan a otros. La red crece de esta forma y se producen comisiones residuales “en cascada”. Es decir, cada persona en los niveles superiores de la red recibe cierta porción de los negocios producidos por la red.
Un cristiano no debería sentirse cómodo vendiendo algo que no funciona, o prometiendo algo que no se cumplirá.
Este esquema ha sido la base de múltiples corporaciones de alcance mundial, como son Amway, Avon, Herbalife, Mary Kay, entre otras.
Pensando bíblicamente sobre los negocios multiniveles
Dada la popularidad de estos esquemas, es frecuente que sean una opción a considerar por muchos cristianos al momento de laborar.
No existe ninguna razón a priori para descartar los negocios multiniveles como una fuente legítima de ingresos para un cristiano. No obstante, hay algunos aspectos que debemos pensar bien aquellos que queremos glorificar a Dios en todo.
En este sentido, la pregunta a responder es: como cristiano, ¿qué debo tomar en cuenta a la hora de decidir si dedicarme o no a un negocio multinivel?
Hay al menos tres cosas a tener en cuenta:
1. Que el producto sea legítimo
En el afán desmedido por las ganancias, hay empresas dispuestas a ofrecer productos o servicios que no hacen lo que dicen que hacen, ni cumplen las garantías que ofrecen. De hecho, a veces esto es de manera intencional.
Un cristiano no debería sentirse cómodo vendiendo algo que no funciona, o prometiendo algo que no se cumplirá. El cristiano debe, en la medida de lo posible, ser testigo personal de que lo que ofrece funciona. En pocas palabras, prueba primero antes de ofrecer.
2. Recuerda que no todos tus hermanos son clientes
Debido a la presión por tener nuevos y más compradores, el cristiano debe cuidarse de no convertir a todos sus hermanos en la fe en clientes de sus productos.
En este mundo caído las cosas no son tan simples como parecen. Por eso somos llamados a examinarlo todo y retener lo bueno.
El vendedor cristiano vende algo con el propósito de servir su entorno. Por lo tanto, hay una diferencia entre “vender por vender” y simplemente ganar dinero, y vender para servir. Así que deberías ofrecer tu producto o servicio a aquellos creyentes relacionados que realmente necesiten lo que ofreces. Luego de ofrecerlo, no es bueno insistir porque se trata de tu hermano, no tu cliente. Si él necesita lo que ofreces, recurrirá a ti.
3. Formar parte de una red ≠ compartir su filosofía
La mayoría de estas redes de negocios multiniveles promueven una filosofía de vida materialista y frívola. Es común que hagan reuniones de vendedores, en donde se presentan uno o varios casos de éxito, personas que se han hecho ricas por ser distribuidores. Esto funciona como un combustible para la red.
Ten cuidado de no comprar el mensaje de que el éxito consiste en tener más cosas. Resiste la tentación de poner tu esperanza en las riquezas. Recuerda que las riquezas son pasajeras y engañosas, y quienes las aman caen en lazo (1 Ti. 6:9).
Cómo puedes ver, en este mundo caído las cosas no son tan simples como parecen. Por eso somos llamados a “examinarlo todo y retener lo bueno” (1 Ts. 5:21). Por tanto, es mi oración que, ya sea que comamos o bebamos, o participemos de un negocio multinivel, lo hagamos de una forma que traiga buena fama al nombre de nuestro Dios.