“Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia”.
“Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo. Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios” (Filipenses 1:3-11).
El apóstol Pablo estaba escribiendo a la iglesia de Filipos desde una prisión romana. Más que ninguna otra iglesia, estos creyentes lo habían apoyado en su ministerio y eran muy queridos por él. Pablo expresó su afecto por ellos y su aprecio por su compañerismo. Además, él quería animarlos a mantener sus ojos en Jesús y confiar en que Dios completaría la obra que había comenzado en ellos.
Pablo es un ejemplo perfecto de alguien que pasa por un gran sufrimiento y mantiene su fe en el poder de Dios. Más adelante leemos: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (4:13). Pablo estaba seguro de su propia relación con Jesús y sabía que Dios lo sostendría en sus horas de mayor debilidad.
Del mismo modo, tenemos la seguridad de que Dios nos sostiene cuando la vida parece insostenible. Que en nuestras horas de mayor debilidad tenemos una fortaleza que es inconmovible. Tenemos una sincera esperanza: Dios está con nosotros en nuestra necesidad.
Cuando atravieses pruebas, confía en que Dios te sostendrá. Además, confía en que un día, él completará en ti, la obra que empezó. Mantén tus ojos en él.
GARY WILKERSON