David dijo de su Señor: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores” (Salmos 23:5). Jesús dijo: “Os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino” (Lucas 22:29-30).
Lo único que nuestro Señor busca por encima de todo, en sus siervos, ministros y pastores es la comunión en su mesa. Alrededor de su mesa celestial, hay unicidad: un lugar y un momento de intimidad y relación continua para obtener comida, fuerza, sabiduría y comunión.
Sin embargo, muchos tienen una visión forzada y fingida de Cristo y, a pesar de toda la predicación, alabanza e interminables discursos sobre él, pocos tienen una verdadera apreciación de la mesa del Señor. No conocen la grandeza y majestad de un llamado tan alto en Cristo Jesús.
El compromiso con él nos hará buscar una revelación cada vez mayor de su grandeza. En lugar de orar por cosas y bendiciones, debemos pedir una revelación más completa de su gloria porque un conocimiento básico de Cristo no será suficiente en estos últimos días. Debemos ir a su mesa y dejar que el Espíritu Santo nos revele a Cristo.
¿Es tu visión de Cristo demasiado pequeña? Pablo estaba comprometido con una revelación cada vez mayor de Jesús. Todo lo que tenía de Cristo vino por revelación, enseñado en la mesa del Señor y hecho realidad por el Espíritu Santo. Él oraba constantemente por el don de la gracia para comprender y predicar “las inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8). Que Dios nos ayude a aprovechar nuestro “acceso con confianza por medio de la fe en él” (3:12).
Dios tiene una mesa real para ti; y tu anfitrión espera tu presencia. Acepta el gran honor de sentarte con él y participar del pan de vida.
David Wilkerson