La Escritura dice: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:30). No te desalientes debido a todos los términos en este versículo. En pocas palabras, ¡la meta del evangelio es la redención y la gracia de Dios incluye todo lo que él ha hecho por nosotros a través de Cristo para redimirnos del poder del diablo y llevarnos al reino de su gloriosa luz!
La justicia (que es justificación) es la piedra angular de la gracia. Ser justificado por Dios significa ser perdonado de todo pecado y culpa y ser considerado santo y justo delante de él. ¿Cómo encontraste el perdón y la aceptación ante Dios? ¿Fue porque Dios vio algo bueno en ti, alguna justicia inherente que lo atrajo hacia ti? ¿Te ganaste su favor con obediencia y amabilidad?
¡No, absolutamente no! La Palabra dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Nadie se vuelve santo o justo por sus propias obras, obediencia o fidelidad. Más bien, todas estas cosas son el resultado de la fe en el poder de la sangre de Cristo para hacernos aceptables a la vista de Dios.
“Nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16). Ser hecho justo por la fe es lo más difícil de aceptar para la carne. Queremos ganar nuestra salvación, pero debemos someternos a la justicia de Cristo y aceptar su salvación. Ese es el camino hacia la completa libertad.
DAVID WILKERSON