Recientemente he estado estudiando las vidas de misioneros famosos como John G. Paton, Amy Carmichael, y Hudson Taylor. Es difícil mirar a Carmichael, quien mi edad estaba rescatando a niños huérfanos de la prostitución en templos, o a Paton en las Nuevas Hébridas evangelizando a tribus caníbales, y no hacerme la pregunta de si estoy desperdiciando mi vida.
Si eres pastor, misionero, o laico, ¿alguna vez te has sentido como que estás atrapado en una rutina de ministerio? Quizá puedas recordar un momento en que sentiste una sensación de impulso, como si Dios te estuviera preparando para algo grande. Tal vez sucedió con un trabajo misionero, o una carrera ministerial ardua pero gratificante, o el matrimonio, o los hijos.
Pero en algún lugar del camino, las cosas se estancaron.
Siendo honesto, tus deseos no han cambiado. Todavía sientes en el corazón el mismo anhelo: quiero que Dios me use. ¿Por qué no lo hace? ¿Y qué debo hacer mientras espero?
No pretendo conocer los planes futuros de Dios para mi vida o la tuya. Pero puedo pensar en al menos tres cosas que podemos hacer mientras tanto.
1) Sé santo
A principios de este año estuvimos sin lavavajillas durante cuatro meses. Es frustrante tomar un plato solo para darse cuenta de que está sucio. Pablo alienta a su joven discípulo a ser un plato limpio: “Por tanto, si alguien se limpia de estas cosas, será un vaso para honra, santificado, útil para el Señor, preparado para toda buena obra” (2 Ti. 2:21).
Si queremos ser usados por Dios, debemos estar listos para cuando nos tome del estante. La santidad es la preparación.
¿De qué manera estás buscando crecer en santificación hoy de manera que te preparará para el trabajo que Dios tiene para ti mañana? ¿Qué pecado necesita ser mortificado? ¿Qué piedad necesita ser cultivada? ¿Te has mantenido apartado para los propósitos santos de Dios, o te has enredado “en los negocios de la vida diaria” durante la guerra (2 Ti. 2:4)?
Una temporada de estancamiento es una tierra fértil para cultivar las disciplinas espirituales.
En el libro Disciplinas espirituales para la vida cristiana, Donald Whitney plantea la pregunta correcta: “¿Cómo entonces buscaremos la santidad? ¿Cómo podemos ser como Jesucristo?”. Su respuesta: “Las disciplinas espirituales son los medios que Dios ha dado y que debemos usar en la búsqueda de la piedad llena del Espíritu”.
Una temporada de estancamiento es una tierra fértil para cultivar las disciplinas espirituales como la lectura devocional de la Biblia, la oración, la mayordomía, y la evangelización. Existe un vínculo directo entre la santidad personal y una disciplina espiritual como la memorización de las Escrituras: “En mi corazón he atesorado Tu palabra, para no pecar contra Ti” (Sal. 119:11).
Por la gracia de Dios, busquemos “la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb. 12:14).
2) Sé fiel
A veces nos sentimos inútiles porque las responsabilidades que se nos confían parecen pequeñas, insignificantes, o sin importancia.
- Un pastor mira a su pequeño rebaño y se pregunta cuándo Dios finalmente le dará una iglesia de tamaño considerable.
- Una madre de dos hijos mira a otra madre que parece hacer malabarismos con cuatro hijos, una adopción pendiente, y ser voluntaria en el centro de recursos para el embarazo, todo mientras dirige el ministerio de mujeres de la iglesia. Los celos comienzan. ¿Por qué tener un talento mientras que esta hermana tiene cinco?
En la parábola de los talentos, hay un detalle importante que podríamos pasar por alto: “Y a uno [el maestro] le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y se fue de viaje” (Mt. 25:15). Pablo elabora sobre este principio. Al explicarnos que todos somos miembros del cuerpo de Cristo, él dice cuál es el punto de la parábola de Cristo: “Pero teniendo diferentes dones, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe” (Ro. 12:6).
A cada uno de nosotros se nos han encomendado responsabilidades hoy. Cada uno ha recibido dones espirituales por la gracia de Dios. No nos corresponde cuestionar cuánto o lo poco que se nos ha confiado; la pregunta es, ¿estoy siendo fiel?
Cristiano, ¿qué clase de miembro de la iglesia eres? Padre, ¿cómo estás sirviendo a tu familia? Estudiante, ¿eres diligente en tus estudios? ¿Podemos ser fieles en lo que parece mundano y común? El maestro no esperaba que el sirviente con dos talentos obtuviera el mismo rendimiento que el sirviente al que le encargó cinco. La recompensa para ambos se basa en un estándar: “Bien, siervo bueno y fiel” (Mt. 25:21, 23).
A menudo no nos damos cuenta de que Dios nos ha usado hasta que ya ha sucedido.
Hay virtud en la perseverancia, incluso en permanecer quieto: “Esto Él hará si en verdad permanecen en la fe bien cimentados y constantes, sin moverse de la esperanza del evangelio que han oído” (Col. 1:23). Por lo tanto, sé fiel en las pequeñas cosas y confía en que Dios te recompensará como lo considere conveniente.
3) Toma aliento
En retrospectiva uno ve 20/20, y cuando se trata de entender el plan de Dios, a menudo no nos damos cuenta de que nos ha usado hasta que ya ha sucedido. Es fácil mirar atrás y ver a los que han cambiado el mundo y maravillarnos por los poderosos hechos que Dios logró a través de ellos. Pero en ese momento, muchos de ellos no tenían idea de lo que estaba sucediendo.
David Brainerd (1718–1747) murió de tuberculosis a los 29 años, después de cuatro años como misionero a los nativos americanos y con tan solo un puñado pequeño de conversos. Después de la muerte de Brainerd, Jonathan Edwards compiló y publicó el diario privado de Brainerd. Se convirtió en la obra religiosa más vendida del siglo XIX y en una fuente de vitalidad espiritual para gigantes como William Carey, John Wesley, Adoniram Judson, Robert Murray M’Cheyne, y Jim Elliot.
Ya sea que pastorees al pueblo de Dios o supervises la guardería, anímate. En la economía de Dios, las cosas rara vez son lo que parecen.