Quiero hablarte sobre las distracciones mentales durante la oración y sobre la adoración abandonada, especialmente en la casa de Dios. Jesús llamó hipócritas a las personas que acudían a su presencia con palabras de alabanza, pero cuyas mentes y corazones estaban envueltos en otros asuntos. Él les habló directamente, diciendo: "Ustedes me dan das sus bocas y sus labios, pero sus mentes están en otro lugar. ¡Sus corazones ni siquiera están cerca de mí".
¿Y qué hay respecto a ti? Lo más probable es que estés presente en la casa de Dios durante una hora cada semana. Entonces, tu cuerpo está en la iglesia, pero ¿dónde está tu mente? Tu boca dice: "Te adoro, Señor", pero ¿está tu corazón a mil kilómetros de distancia? ¿A dónde te llevan tus pensamientos durante la adoración y alabanza?
¡No es algo ligero entrar a la casa de Dios para adorarlo! “Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado” (Levítico 10:3). Dios le había dicho a Moisés: “¡Yo no seré tratado como una persona común! Si vas a entrar en mi presencia, debes venir ante mí santificado. Todos los que se acercan a mi santidad deben hacerlo con cuidado y consideración, debido a mi gloria y majestad”.
No debemos pronunciar nada en la presencia del Señor sin que nuestro corazón y alma estén involucrados. Jesús ordena: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).
La casa de Dios es una casa de adoración. Cuando entramos, debemos dejar a un lado toda carne y clamar: "¡Señor, no estoy donde debería estar, pero te amo! ¡Pon un muro de fuego alrededor de mis pensamientos y permíteme ofrecerte una alabanza enfocada y con toda mi mente!
Dios te ama y él conoce el poder que la adoración pura libera en tu espíritu. Te hace más fuerte que un león y más grande que un gigante, derribando cada muro y fortaleza que viene contra ti. ¡Aleluya!
David Wilkerson