Todos hemos tenido experiencias increíbles.
Ya sea atrapando un gran pez, o ganando un gran juego, o, más seriamente, siendo testigo del nacimiento de su hijo o pensando en el día de su boda.
Algunos afirman haber tenido experiencias religiosas, en las que Dios les dijo algo que hacer, o en las que les reveló algo.
Sin embargo, creo que todos podemos estar de acuerdo en que, nuestra experiencia, no puede ni siquiera acercarse a lo que Pedro experimentó al estar cerca de Jesús durante tres años.
Mientras pasaba tiempo con Jesús, se asombraba constantemente.
Lo vio todo.
- El agua se convirtió en vino.
- Los ciegos ven.
- El arrepentimiento de Zaqueo.
- Muertos vivos.
- Y cientos y cientos de milagros más.
Pero hubo una experiencia que los superó a todos. Llegó a ver algo que, en mi opinión, es la mayor experiencia de la historia de la humanidad.
Estaba en una montaña con Santiago y Juan. Jesús estaba allí, y la Biblia nos dice que el Señor fue transfigurado.
Mateo 17:2 dice:
“y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol,
y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.”
De repente, Moisés y Elías aparecen y Pedro es testigo de que los tres tienen una conversación.
Inmediatamente quiere construir enramada y quedarse allí para siempre.
Entonces Dios habla y dice:
“Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; a Él oíd.”
Es seguro decir que, ninguno de nosotros, experimentará nunca nada que se acerque a eso.
Sin embargo, es fascinante escuchar a Pedro hablar de ello.
En 2ª Pedro 1:18-20 Pedro tiene algo fascinante que decir acerca de esa experiencia. Él dice:
“18 y nosotros mismos escuchamos esta declaración, hecha desde el cielo cuando estábamos con Él en el monte santo. 19 Y así tenemos la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en vuestros corazones. 20 Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal.”
¡Piense en lo que está diciendo!
¡Estábamos allí en una montaña, vimos a Jesús transfigurado! ¡Vimos a Elías y Moisés hablando con Jesús! ¡Escuchamos a Dios hablar con nosotros! ¡Estamos seguros de ello!
Sin embargo, NO confíe en nuestra palabra. No confíe en nuestra experiencia.
¡Confíe en la Biblia!
La Biblia, dice Pedro, es más segura que cualquier experiencia humana.
La Biblia no está basada en la experiencia humana.
No se basa en lo que los hombres piensan, sino que la Biblia es un libro que fue exhalado de la boca de Dios.
Al entrar en el nuevo año, déjeme hacerle una pregunta:
¿Confió usted en su experiencia por encima de la Biblia el año pasado?
Puede decirse que yo nunca haría eso. ¡Soy una persona exigente! ¡Creo en la predicación expositiva!
Déjeme decirle que todos estamos en peligro de confiar en nosotros mismos, en vez de en la Biblia.
Este año, resuélvase a leer más la Biblia, pero permítame animarle a que resuelva a hacer lo que la Biblia dice.
Leer blogs y escuchar sermones es maravilloso, pero cada vez que lo haga, busque aplicarlo. En realidad, pídale al Señor que lo cambie por lo que acaba de escuchar o leer.
Tristemente, esto es tan necesario en la iglesia.
Tenemos muchas personas que están claudicando en la doctrina y la teología debido a las experiencias que han tenido.
Ya sea que se trate de un sentimiento de que la Palabra de Dios no es confiable en ciertas áreas, o si se trata de experiencias negativas que han enfrentado, estamos viendo una tendencia hacia el compromiso.
A menos que estemos confiando en la Palabra de Dios, y permitiendo que la Palabra de Dios hable e informe nuestras creencias, estamos en constante peligro de permitir que la experiencia comprometa nuestra confianza en la Escritura.
Necesitamos un mar de gente en la iglesia que confíe completamente en la Escritura, para declarar sin disculpas, la incapacidad malvada de nuestros corazones para conocer la verdad sin ella, y para resolver confiar completamente en el Espíritu Santo para informar nuestra doctrina y teología.
Por supuesto, a Pedro le encantaba estar en el Monte de la Transfiguración. ¡Él quería establecerse y vivir allí para siempre!
Pero, mirando hacia atrás a esa increíble experiencia, su idea era que quería que la gente entendiera que su creencia en Dios no debía depender de la palabra de Pedro, sino que debía depender únicamente de la Palabra de Dios.
Podemos estar agradecidos por tantas cosas que Dios nos permite experimentar, pero siempre recuerde:
que nuestra experiencia, no importa cuán grande
y no importa cuán seguros estemos acerca de ella,
puede estar equivocada.
Sin embargo, la Palabra de Dios no puede y nunca se equivocará y debemos resolvernos a leerla más, a confiar más en ella y, lo más importante, a obedecerla más.
Que seamos hombres y mujeres de la Palabra.
Jordan Standridge