¿Estás
desesperado?
Aquella mañana me
había levantado muy temprano tratando de cumplir con todo lo que tenía que
hacer: el trabajo, mi hogar, el ministerio personal que Dios entrega en mis
manos a diario y tantas cosas más. ¡Me sentía ahogada!
Fui a mi trabajo y
cumplí con mis deberes durante una hora. Luego solicité permiso para ir a hacer
algo por Dios en su obra. Me fui unos veinte minutos antes, lapso suficiente
para llegar a tiempo al lugar previsto. Al llegar a la avenida que me llevaría
al lugar, noté demasiada congestión.
A medida que el
minutero de mi reloj avanzaba, también en mí crecía la desesperación. Traté de
observar desde una parte alta lo que realmente estaba sucediendo. No pude
vislumbrar con exactitud la situación. Pero sí estuve segura de que iba a estar
en ese embotellamiento unos cuantos minutos, o incluso horas.
Me sentía muy tensa
conduciendo mi automóvil. Logré en cinco minutos avanzar unos pocos metros.
¡Ahora quedaban solo cinco minutos para llegar al lugar! Pensé en todo lo peor.
Iba a llegar tarde y no podía avisar de la razón de mi tardanza. Sencillamente
¡no podía hacer nada! En ese momento, a mi lado se deslizó lentamente un
autobús de color blanco. ¡Mis ojos no lo podían creer!sonrrisa.jpg En el vidrio
trasero de ese autobús, había un gran letrero que decía; “No temas, porque yo
estoy contigo” (Isaías 43:5)
¡Qué casualidad! No,
discúlpenme, por favor, ¡no fue una casualidad! ¡Nunca es casualidad lo que
sucede a un hijo de Dios! ¡Que hermoso mensaje me envió mi amado Jesús! Casi no
lo podía creer. Entonces me tranquilicé, le di gracias a mi querido Jesús, por
ser tan especial, directo y oportuno. Dejé el asunto en sus manos y seguí en la
hilera de autos que pretendían avanzar. A los pocos metros, encontré un desvío
casi imperceptible y, aunque no conocía el lugar ni sabía a dónde llegaría esta
vía, oré y le dije a mi amado Señor; “Jesús, llévame. No sé cómo hacerlo“. El
trayecto era totalmente desconocido para mí. Más adelante apareció otra
avenida, desconocida también, pero que me condujo exactamente al lugar de
reunión. Llegué al lugar convenido con puntualidad perfecta.
Alabo a Dios por su
mensaje. Esa mañana él me dijo: “Entrégame el control. Tranquila. ¡Yo estoy
contigo!“
No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré
tu generación y del occidente te recogeré. Isaías
43:5