Las enfermedades espirituales pueden tener una influencia negativa en todos los que nos rodean y en nuestra capacidad de testificar de Cristo. Muchas personas pasan sus días con un espíritu amargo e irritable que es corrosivo para ellos y para los demás.
“La congoja en el corazón del hombre lo abate” (Proverbios 12:25). Esto no es psicología popular, sino la verdad de la Palabra de Dios. No podemos correr la carrera de la vida mientras estamos agobiados por un espíritu amargo. La preocupación constante roba a muchas personas los recursos espirituales que Dios con mucho gusto les provee. Finalmente, la ansiedad nos aplasta bajo su peso.
La palabra “congoja” se traduce en la versión ‘King James’ como “pesadez”, que representa vívidamente el efecto gravoso que la preocupación tiene sobre nosotros. La ansiedad ha cobrado un precio terrible en muchas personas en el Cuerpo de Cristo. En lugar de caminar por fe, somos propensos a caminar por preocupación. Nuestro espíritu se arrastra penosamente por la vida en lugar de volar como un águila, como Dios prometió que lo haría. Estamos espiritualmente oprimidos por la ansiedad, lo cual sólo empeora nuestra situación.
Además, existe el “espíritu aplastado” de profunda tristeza. El apóstol Pablo advirtió a los creyentes en Corinto que consolaran a un hermano errante que había sido reprendido por la iglesia. Este hermano se había arrepentido de su pecado; y a Pablo le preocupaba que ahora pudiera estar “consumido de demasiada tristeza” (2 Corintios 2:7). En otra ocasión, Pablo expresó gratitud porque Dios había evitado que un compañero ministro enfermo muriera, librando al apóstol de tener “tristeza sobre tristeza” (Filipenses 2:27). Pablo conocía el efecto adormecedor e inhabilitador de un corazón abrumado por el dolor.
Dios ofrece una cura para estas enfermedades y es simplemente el gozo del Señor. El verdadero gozo no es una mera felicidad, un sentimiento que fluctúa con nuestras circunstancias. Más bien, es un deleite profundo e interno en Dios que sólo el Espíritu Santo puede producir. ¡Este gozo divino es más que medicina, es nuestra fuerza! “No os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10).
Jim Cymbala