En este mismo contexto, Jesús enseño
que no es suficiente obedecer las exigencias obvias y externas de la ley,
incluso los pequeños detalles como contar las semillas y colar el mosquito.
Nuestras actitudes y deseos deben también ajustarse en todo momento
perfectamente a los requisitos de la ley. Una mirada lujuriosa viola el mismo
principio moral que un acto de adulterio (Mateo
5:27-28). Enojarse sin causa, insultar a alguien o aborrecer a otra persona
es violar el mismo mandamiento que nos prohíbe matar a alguien (Mateo 5:21-22).
Para empeorar las cosas, Santiago 2:1 afirma: << Porque
cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace
culpable de todos>>. No hay vacios legales o clausulas de escape en la
ley. Solo puede condenar a los que la quebrantan.
Por encima de esto, Dios abomina a
cualquiera que justifique al malvado: <> (Proverbios 17:15). Por supuesto,
sabemos que <> (Nahúm 1:3). Pero el mismo versículo
que hace esta promesa continua diciendo que Dios <> Dios advirtió a los israelitas: <yo no justificare>> (Éxodo 23:7, énfasis añadido).
¿Quién entonces puede estar a
cuentas con Dios? Si Dios dice que es malo justificar a cualquiera que sea
culpable y declara enfáticamente que EL no va a justificar al impío, ¿Cómo
puede alguien que ha pecado permitírsele entrar en el reino de los cielos? La
respuesta se insinúa en el relato del Génesis de Abraham: <> (Génesis
15:6). La justicia fue imputada a
Abraham. Una justicia que no le pertenecía se le atribuye a su cuenta (Romanos 4:1-12). El no gano la
justicia por sus obras; la obtuvo por la fe. Por otra parte, < [todos] los de la fe son bendecidos
con el creyente Abraham>> (Gálatas
3:9). Esta es la doctrina de la justificación por fe.
Pero en, ¿en qué condiciones es tal justificación
posible dado que Dios dice que no va a simplemente absolver a los pecadores o
declararlos justos por decreto divino solo?
La respuesta completa a esta
pregunta se encuentra en el sacrificio ofrecido por Jesucristo. Dios no
descarta la culpa de los pecadores pretendiendo que su pecado nunca sucedió. El
no ignora el mal, barre todo por puro edicto suyo o absuelve a los pecadores arbitrariamente.
Mas bien, El proveyó una explicación completa y perfecta por el pecado en la
persona de su hijo, <> (Romanos 3:25). Cristo también proporciona la perfecta justicia
que se le imputa a los que creen: <> (2
Corintios 5:21).
Había indicios de esta verdad en el
Antiguo Testamento. En Isaías 53, Dios,
hablando proféticamente, afirmo:
<> (v. 11).a de todo ese capítulo
es la expiación sustitutoria:
Ciertamente llevo él, nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Mas el herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el
castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se aparto por su camino; mas Jehová
cargo en él, el pecado de todos nosotros.
Todos nosotros nos descarriamos. (vv.4-6)
Pero
la plena comprensión de este pasaje era difícil de alcanzar mientras Jesús no
cumpliera la profecía de su muerte en la cruz. Por supuesto, esto todavía no
había ocurrido cuando Jesús dijo esta parábola. Sin embargo, la misma parábola está
llena de lecciones acerca de la depravación humana, la gracia divina, la
redención del pecado y la doctrina de la justificación por fe.
<>
Las palabras finales de la parábola
son la clave del asunto. Jesús afirma del publicano menospreciado: << Os
digo que este descendió a su casa justificado>> (Lucas 18:14). De esto es lo que trata la parábola: la
justificación.
Aquí está el tipo más abyecto de
pecador, un recaudador de impuestos. Un traidor a su pueblo que se ha vendido
por dinero. Sin embargo, el obtiene una buena relación con Dios, aparte de
cualquier ritual religioso, en ausencia de cualquier tipo de expiación propia y
sin llevar a cabo ningún acto meritorio. Cada detalle de la doctrina de la
justificación por fe se encuentra en esta parábola, ya sea expresadamente
establecido, implícito, ilustrado o afirmado.
Jesús no solo afirmo que Dios acepto
al publicano, sino también dejo claro que el fariseo fue rechazado. <<
Este descendió a su casa justificado antes que el otro>> (Lucas 18:14). Esto era sorprendente.
¿Cómo era posible tal cosa?
Esta pregunta es relevante para cada
uno de nosotros: ¿Cómo puede un pecador
estar a cuentas con Dios? De hecho, no
hay cuestión más importante. ¿Cómo podemos ser redimidos de nuestra
condición caída? En palabras de Bildad en Job
25:4 <<¿Como, pues, se justificara el hombre para con Dios?>>.
O como lo expreso el carcelero de Filipos en Hechos 16:30: <<¿Qué debo hacer para ser salvo?>> En
última instancia es la misma cuestión planteada por el joven rico en Mateo 19:16: <<¿Qué bien hare
para tener la vida eterna?>>. Y por el interprete de la ley en Lucas 10:25: <<¿Haciendo que cosa
heredare la vida eterna?>>.
Tenga en cuenta que Jesús respondió
tanto al joven rico como al abogado citando las exigencias de la ley. El joven
rico afirmo que había guardado la ley desde la más temprana edad. Parecía
aturdido cundo Jesús no le elogio (Mateo
19:29). El propósito del abogado era lo mismo: querer << justificarse
a si mismo >> (Lucas 10:29).
Ambos eran precisamente como el fariseo en la parábola de Lucas 19: confiados en que se merecían la alabanza y la aceptación
de Dios, sin darse cuenta de la magnitud de su propia culpabilidad, ajeno al
verdadero mensaje de la ley y despreciando a las personas consideradas por
ellos pecadores.
¿Se
ha preguntado alguna vez porque Jesús les predico la ley en lugar de la gracia?
En ninguno de los casos les da la respuesta del evangelio a la pregunta
eternamente importante que estos hombres plantaron. ¿Por qué? Porque lo que
necesitaban oír era la ley. Ninguno de los dos había sentido verdaderamente el
peso de la ley. Ellos no creían que estaban perdidos. << Los sanos no
tienen necesidad de médico, sino los enfermos. [Dijo Jesús:] No he venido a
llamar a justos, sino a pecadores >> (Marcos
2:17).
El
evangelio no tiene nada que decir a las personas que están satisfechas con su
propia justicia. No hay realmente una buena noticia para alguien en esta
condición mental.
La
parábola del fariseo y el publicano ilustra este asunto con vivida precisión.
En forma de una historia velada, da la verdadera respuesta del evangelio a la
cuestión de cómo los pecadores pueden estar a cuentas con Dios. ¿Cual
es la respuesta? En una palabra: gracia. Dios
libremente << justifica al impío >> (Romanos 4:5). El << atribuye justicia sin obras >> (v.6) Toda la doctrina de la justificación
por fe es expuesta aquí con increíble profundidad, sencillez y claridad.
El mensaje de Jesús
es sencillo: todos los que están decididos a establecer su propia justicia perecerán
y por lo tanto, se condenaran a sí mismos; pero los que se sometan a la
justicia de Dios son bondadosamente justificados por El (cp. Romanos 10:3-4). Nadie puede justificarse a si mismo ante
Dios; solo Dios es << el que justifica al que es de la fe de Jesús
>> (Romanos 3:26).
Este principio es la línea divisoria
entre el evangelio de Jesucristo y cada sistema de Creencia erróneas o
demoniacas. En esencia, toda religión falsa ideada por mentes réprobas es un sistema de meritos. Todas ellas enseñan
que la justificación se gana o logra porque el creyente hace algo para Dios:
una especie de buen trabajo, sacramento o ceremonia religiosa; un acto de
caridad o altruismo; un estilo de vida austero; o (últimamente) la devoción a
una causa política, campaña ambiental o sistema de valores alternativos. El
celo religioso que las personas caídas cultivan por su causa o credo elegidos
nunca es verdaderamente desinteresado o sacrificial. La causa se convierte en
una plataforma desde la que se ven a los demás inferiores a ellos. La mayoría
de la gente piensa exactamente como el fariseo de la parábola de Jesús: Yo no soy tan malo como otras personas; voy
a estar bien. Nada es natural para el corazón humano no regenerado.
O se necesita ser
fariseo en el pleno sentido del término para pensar así. Incluso los ateos más apasionados se dicen a sí
mismos que son decentes, honorables, generosos o lo bastante buenos. Rara vez
siguen su incredulidad hasta su conclusión moral obvia )si acaso existe algún
principio karmico o fuerza natural para mantener el universo equilibrado
mediante las recompensas). Como todos los demás, no pueden vivir de acuerdo con
cualquier estándar moral que piensan que deben cumplir. Sin embargo, tienen un
impulso al parecer irresistible para justificarse a sí mismos de todos modos.
Cada encuesta que ha plantado la cuestión revela que la mayoría de la gente
asume que es lo bastante buena para ir al cielo, o al menos demasiado buena
para que Dios le envíe al infierno.
El error subyacente en todo esto es
la creencia que la gente pude ganarse el favor de Dios por ser lo bastante
buena. Esta es la mentira central que domina toda religión falsa.
La parábola de Jesús presenta la
necedad de esta idea. La parábola marca una línea clara de distinción entre los
dos únicos tipos de religión que existe: la falsa religión de los logros humanos, en comparación con
el verdadero evangelio de la realización
divina. El fariseo de la parábola es petulante, con justicia propia,
despreciable, con un complejo muy grande de superioridad. Se pone de pie lo más
cerca posible al lugar santo sin tocar a nadie que considere inferior a él. Por su forma de pensar, el
contacto con los pecadores podría contaminarlo. El no busca misericordia, ni
gracia, ni perdón, ni ninguna simpatía por el mismo. No le pide a Dios nada,
porque el posiblemente piensa que no necesita nada. El simplemente esta agradecido
de que no es injusto. Al exaltarse a sí mismo, el sale sin ser justificado.
El otro personaje es un cobrador de
impuestos, un paria pecador, el objeto del desprecio de todo el mundo (incluso
de sí mismo). El sabe que es culpable. Está
muy lejos del lugar santo, porque se siente impuro y rechazado. Ni siquiera
puede levantar los ojos al cielo. Esta claramente angustiado por su propio
pecado. Se golpea el pecho con vergüenza. Está en el punto más bajo de la
desesperación, sin ninguna esperanza de redención. Todo lo que puede hacer es
pedir humildemente a Dios misericordia y gracia. Jesús dijo que ese mismo día
fue a su casa justificado.
Analizando la parábola.
Lucas
está claro sobre a cual publico Jesús desea alcanzar con esta parábola:
<< A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los
otros, dijo también esta parábola >>
(Lucas 18:9). El texto griego
usa un pronombre indefinido (tis, traducido como << a unos >> que significa
<< todo el mundo, alguien o cualquiera >>. Esta no estaba dirigida
a un fariseo especifico (o incluso a todos los fariseos en particular) como la
parábola del buen samaritano. Esta parábola es un mensaje para todos sin
excepción << que confiaban en sí mismos como