Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Fraternalmente unidos
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 Normas de convivencia en el grupo-- 
 Lee la Biblia aquí! 
 Biblia en Power Point 
 Conoce tu Biblia 
 La Biblia en ocho versiones 
 Recursos Teológicos 
 Estudios biblicos 
 Reflexiones- Hernán 
 Selección de pasajes Bíblicos- por Hernán 
 Biografías de hombres de la Reforma protestante- Por Hernán 
 Arqueología Bíblica (por Ethel) 
 Reflexiones 
 Jaime Batista -Reflexiones 
 Tiempo devocional-Hector Spaccarotella 
 Mensajes de ánimo--Por Migdalia 
 Devocionales 
 Escritos de Patry 
 Escritos de Araceli 
 Mujer y familia- 
 Poemas y poesias 
 Música cristiana para disfrutar 
 Creaciones de Sra Sara 
 Fondos Araceli 
 Firmas hechas-Busca la tuya 
 Pide Firmas 
 Regala Gifs 
 Libros cristianos (por Ethel) 
 Panel de PPT 
 Amigos unidos-Macbelu 
 Entregas de Caroly 
 Regala Fondos 
 Texturas p/ Fondos 
 Separadores y barritas 
 Retira tu firma 
 Tutos 
 Tareas HTML 
 COMUNIDADES AMIGAS 
 
 
  Herramientas
 
General: PARABOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO PARTE 2
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Atlacath  (Mensaje original) Enviado: 27/03/2020 16:12


            En este mismo contexto, Jesús enseño que no es suficiente obedecer las exigencias obvias y externas de la ley, incluso los pequeños detalles como contar las semillas y colar el mosquito. Nuestras actitudes y deseos deben también ajustarse en todo momento perfectamente a los requisitos de la ley. Una mirada lujuriosa viola el mismo principio moral que un acto de adulterio (Mateo 5:27-28). Enojarse sin causa, insultar a alguien o aborrecer a otra persona es violar el mismo mandamiento que nos prohíbe matar a alguien (Mateo 5:21-22).


            Para empeorar las cosas, Santiago 2:1 afirma: << Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos>>. No hay vacios legales o clausulas de escape en la ley. Solo puede condenar a los que la quebrantan.


            Por encima de esto, Dios abomina a cualquiera que justifique al malvado: <> (Proverbios 17:15). Por supuesto, sabemos que <> (Nahúm 1:3). Pero el mismo versículo que hace esta promesa continua diciendo que Dios <> Dios advirtió a los israelitas: <yo no justificare>> (Éxodo 23:7, énfasis añadido).


            ¿Quién entonces puede estar a cuentas con Dios? Si Dios dice que es malo justificar a cualquiera que sea culpable y declara enfáticamente que EL no va a justificar al impío, ¿Cómo puede alguien que ha pecado permitírsele entrar en el reino de los cielos? La respuesta se insinúa en el relato del Génesis de Abraham: <> (Génesis 15:6). La justicia fue imputada a Abraham. Una justicia que no le pertenecía se le atribuye a su cuenta (Romanos 4:1-12). El no gano la justicia por sus obras; la obtuvo por la fe. Por otra parte, <  [todos] los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham>> (Gálatas 3:9). Esta es la doctrina de la justificación por fe.


            Pero en, ¿en qué condiciones es tal justificación posible dado que Dios dice que no va a simplemente absolver a los pecadores o declararlos justos por decreto divino solo?


            La respuesta completa a esta pregunta se encuentra en el sacrificio ofrecido por Jesucristo. Dios no descarta la culpa de los pecadores pretendiendo que su pecado nunca sucedió. El no ignora el mal, barre todo por puro edicto suyo o absuelve a los pecadores arbitrariamente. Mas bien, El proveyó una explicación completa y perfecta por el pecado en la persona de su hijo, <> (Romanos 3:25). Cristo también proporciona la perfecta justicia que se le imputa a los que creen: <> (2 Corintios 5:21).


Había indicios de esta verdad en el Antiguo Testamento. En Isaías 53, Dios, hablando  proféticamente, afirmo: <> (v. 11).a de todo ese capítulo es la expiación sustitutoria:


Ciertamente llevo él, nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le   tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas el herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se aparto por su camino; mas Jehová cargo en él, el pecado de todos nosotros.


Todos nosotros nos descarriamos. (vv.4-6)


            Pero la plena comprensión de este pasaje era difícil de alcanzar mientras Jesús no cumpliera la profecía de su muerte en la cruz. Por supuesto, esto todavía no había ocurrido cuando Jesús dijo esta parábola. Sin embargo, la misma parábola está llena de lecciones acerca de la depravación humana, la gracia divina, la redención del pecado y la doctrina de la justificación por fe.


 


<>


 


Las palabras finales de la parábola son la clave del asunto. Jesús afirma del publicano menospreciado: << Os digo que este descendió a su casa justificado>> (Lucas 18:14). De esto es lo que trata la parábola: la justificación.


Aquí está el tipo más abyecto de pecador, un recaudador de impuestos. Un traidor a su pueblo que se ha vendido por dinero. Sin embargo, el obtiene una buena relación con Dios, aparte de cualquier ritual religioso, en ausencia de cualquier tipo de expiación propia y sin llevar a cabo ningún acto meritorio. Cada detalle de la doctrina de la justificación por fe se encuentra en esta parábola, ya sea expresadamente establecido, implícito, ilustrado o afirmado.


Jesús no solo afirmo que Dios acepto al publicano, sino también dejo claro que el fariseo fue rechazado. << Este descendió a su casa justificado antes que el otro>> (Lucas 18:14). Esto era sorprendente. ¿Cómo era posible tal cosa?


Esta pregunta es relevante para cada uno de nosotros: ¿Cómo puede un pecador estar a cuentas con Dios? De hecho, no  hay cuestión más importante. ¿Cómo podemos ser redimidos de nuestra condición caída? En palabras de Bildad en Job 25:4 <<¿Como, pues, se justificara el hombre para con Dios?>>. O como lo expreso el carcelero de Filipos en Hechos 16:30: <<¿Qué debo hacer para ser salvo?>> En última instancia es la misma cuestión planteada por el joven rico en Mateo 19:16: <<¿Qué bien hare para tener la vida eterna?>>. Y por el interprete de la ley en Lucas 10:25: <<¿Haciendo que cosa heredare la vida eterna?>>.


Tenga en cuenta que Jesús respondió tanto al joven rico como al abogado citando las exigencias de la ley. El joven rico afirmo que había guardado la ley desde la más temprana edad. Parecía aturdido cundo Jesús no le elogio (Mateo 19:29). El propósito del abogado era lo mismo: querer << justificarse a si mismo >> (Lucas 10:29). Ambos eran precisamente como el fariseo en la parábola de Lucas 19: confiados en que se merecían la alabanza y la aceptación de Dios, sin darse cuenta de la magnitud de su propia culpabilidad, ajeno al verdadero mensaje de la ley y despreciando a las personas consideradas por ellos pecadores.


            ¿Se ha preguntado alguna vez porque Jesús les predico la ley en lugar de la gracia? En ninguno de los casos les da la respuesta del evangelio a la pregunta eternamente importante que estos hombres plantaron. ¿Por qué? Porque lo que necesitaban oír era la ley. Ninguno de los dos había sentido verdaderamente el peso de la ley. Ellos no creían que estaban perdidos. << Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. [Dijo Jesús:] No he venido a llamar a justos, sino a pecadores >> (Marcos 2:17).


            El evangelio no tiene nada que decir a las personas que están satisfechas con su propia justicia. No hay realmente una buena noticia para alguien en esta condición mental.


            La parábola del fariseo y el publicano ilustra este asunto con vivida precisión. En forma de una historia velada, da la verdadera respuesta del evangelio a la cuestión de cómo los pecadores pueden estar a cuentas con Dios. ¿Cual es la respuesta? En una palabra: gracia. Dios libremente  << justifica al impío >> (Romanos 4:5). El << atribuye justicia sin obras >> (v.6) Toda la doctrina de la justificación por fe es expuesta aquí con increíble profundidad, sencillez y claridad.


El mensaje de Jesús es sencillo: todos los que están decididos a establecer su propia justicia perecerán y por lo tanto, se condenaran a sí mismos; pero los que se sometan a la justicia de Dios son bondadosamente justificados por El (cp. Romanos 10:3-4). Nadie puede justificarse a si mismo ante Dios; solo Dios es << el que justifica al que es de la fe de Jesús >> (Romanos 3:26).


            Este principio es la línea divisoria entre el evangelio de Jesucristo y cada sistema de Creencia erróneas o demoniacas. En esencia, toda religión falsa ideada por mentes réprobas  es un sistema de meritos. Todas ellas enseñan que la justificación se gana o logra porque el creyente hace algo para Dios: una especie de buen trabajo, sacramento o ceremonia religiosa; un acto de caridad o altruismo; un estilo de vida austero; o (últimamente) la devoción a una causa política, campaña ambiental o sistema de valores alternativos. El celo religioso que las personas caídas cultivan por su causa o credo elegidos nunca es verdaderamente desinteresado o sacrificial. La causa se convierte en una plataforma desde la que se ven a los demás inferiores a ellos. La mayoría de la gente piensa exactamente como el fariseo de la parábola de Jesús: Yo no soy tan malo como otras personas; voy a estar bien. Nada es natural para el corazón humano no regenerado.


O se necesita ser fariseo en el pleno sentido del término para pensar así.  Incluso los ateos más apasionados se dicen a sí mismos que son decentes, honorables, generosos o lo bastante buenos. Rara vez siguen su incredulidad hasta su conclusión moral obvia )si acaso existe algún principio karmico o fuerza natural para mantener el universo equilibrado mediante las recompensas). Como todos los demás, no pueden vivir de acuerdo con cualquier estándar moral que piensan que deben cumplir. Sin embargo, tienen un impulso al parecer irresistible para justificarse a sí mismos de todos modos. Cada encuesta que ha plantado la cuestión revela que la mayoría de la gente asume que es lo bastante buena para ir al cielo, o al menos demasiado buena para que Dios le envíe al infierno.


            El error subyacente en todo esto es la creencia que la gente pude ganarse el favor de Dios por ser lo bastante buena. Esta es la mentira central que domina toda religión falsa.


            La parábola de Jesús presenta la necedad de esta idea. La parábola marca una línea clara de distinción entre los dos únicos tipos de religión que existe: la falsa religión de los logros humanos, en comparación con el verdadero evangelio de la realización divina. El fariseo de la parábola es petulante, con justicia propia, despreciable, con un complejo muy grande de superioridad. Se pone de pie lo más cerca posible al lugar santo sin tocar a nadie que considere  inferior a él. Por su forma de pensar, el contacto con los pecadores podría contaminarlo. El no busca misericordia, ni gracia, ni perdón, ni ninguna simpatía por el mismo. No le pide a Dios nada, porque el posiblemente piensa que no necesita nada. El simplemente esta agradecido de que no es injusto. Al exaltarse a sí mismo, el sale sin ser justificado.


El otro personaje es un cobrador de impuestos, un paria pecador, el objeto del desprecio de todo el mundo (incluso de sí mismo). El  sabe que es culpable. Está muy lejos del lugar santo, porque se siente impuro y rechazado. Ni siquiera puede levantar los ojos al cielo. Esta claramente angustiado por su propio pecado. Se golpea el pecho con vergüenza. Está en el punto más bajo de la desesperación, sin ninguna esperanza de redención. Todo lo que puede hacer es pedir humildemente a Dios misericordia y gracia. Jesús dijo que ese mismo día fue a su casa justificado.


Analizando la parábola.

Lucas está claro sobre a cual publico Jesús desea alcanzar con esta parábola: << A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola >>  (Lucas 18:9). El texto griego usa un pronombre indefinido (tis, traducido como  << a unos >> que significa << todo el mundo, alguien o cualquiera >>. Esta no estaba dirigida a un fariseo especifico (o incluso a todos los fariseos en particular) como la parábola del buen samaritano. Esta parábola es un mensaje para todos sin excepción << que confiaban en sí mismos como

 



Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados