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General: PARABOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO PARTE 3
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Atlacath  (Mensaje original) Enviado: 27/03/2020 16:14

justos, y menospreciaban a los otros >>  como acabamos de ver, esto incluye a toda persona no regenerada. Hay un aspecto evangelizador deliberado en esta parábola. Esta es una lección para todos los que confían que son justos en sí mismos, en lugar de mirar a Cristo para que les sea imputada la propia justicia  (justicia perfecta) de El.

            Sin embargo, no hay duda que el asunto de esta parábola era especialmente significativo para los fariseos. Era un golpe directo al corazón de su sistema de creencias. Ellos no solo eran justos ante sus propios ojos, sino también odiosos en esto. Constantemente veían a los demás con desprecio (Lucas 7:39; 15:2; Juan 7:47-49; 9:34). Y sabemos que los fariseos estaban constantemente presentes cuando Jesús enseñaba en público porque estaban buscando con insistencia razones para acusarlo. Solo dos capítulos antes, en Lucas 16:14, leemos: << y oían también todas estas cosas los fariseos… y se burlaban de él >>. La respuesta de Jesús a ellos incide con la misma nota que nuestra parábola: << Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación >> (v.15).

            Así que aunque Jesús intento que la lección de esta parábola fuera para todos nosotros, ella se aplica claramente a los fariseos y sus engañados seguidores de una manera Particular. El personaje que encarna la justicia propia en la parábola es un fariseo, quien se adapta perfectamente a la descripción de Lucas 18:9. Claramente el era alguien que confiaba en sí mismo, mientras que menospreciaba a los demás.

            La palabra griega traducida como << menospreciaban >> en el versículo 9 es exoutheneo, un vocablo que solo se usa una vez más en los Evangelios, en Lucas 23:11, donde dice: << Entonces Herodes con sus soldados le menosprecio y escarneció [a Jesús], vistiéndole de una ropa esplendida >> . La palabra expresa el más elevado tipo de vulgar y mordaz escarnio, abierto desprecio, ridículo, burla, y sarcasmo. Los fariseos eran propensos a tratar a los demás de esa manera. Estaban tan inmersos en su estilo característico de la piedad de ser mas santo que los otros, que ellos realmente veían su total desprecio hacia los demás como un símbolo de su propia justicia. Esta palabra griega exoutheneo, está compuesta por la combinación de la preposición ex ( << fuera de >>) con la palabra outhen  ( << nada >> o <> ). Los fariseos creían que cualquiera fuera de su círculo de discípulos no serbia para nada. Mientras más notorio era el pecado de una persona, más despreciada era por los fariseos.

            Su nombre para sus propios discípulos, personas que seguían la estricta interpretación farisea  de la ley, era haberim ( <> ). Las personas que no seguían las reglas de los fariseos eran am ha’aretz (literalmente << gente de la tierra >>. La expresión significaba alguien sucio, una escoria humana,

            Al comentar sobre esta distinción, Kenneth Bailey escribe:

            Ante los ojos de un fariseo estricto, el candidato más obvio para la clasificación de am haaretz seria un recaudador de impuestos… Si [el fariseo] rozaba accidentalmente a un republicano (o cualquier otro am haaretz que podía estar entre los adoradores), se volvería midras, o sea impuro o inmundo. El estado de limpieza era demasiado importante. No debería comprometerse por razón alguna. El aislamiento físico, desde su punto de vista, sería una afirmación importante de lo que esto significaba para ellos. Así, el fariseo se encuentra cuidadosamente separado de los demás reunidos en torno al altar.

De modo que estos dos personajes de la parábola de Jesús representan extremos opuestos.

 

Los contrastes.

 

Aquí están dos hombres, polos opuestos en todos los sentidos. Las marcadas diferencias entre ellos se ven en su estatus social, su postura en la oración, el contenido de sus oraciones y su posición final ante Dios.

Su posición.

            El fariseo era un privilegiado social y religioso que ocupaba uno de los peldaños más elevados en la escala de la alta sociedad judía. Los fariseos eran invitados de honor en cualquier reunión social. Debido a la exclusividad de su confraternidad (el nombre fariseo significa << separatista >>), tener  a un fariseo en una cena o una reunión social era una señal de elevado estatus social.

            En el extremo opuesto de la escala social estaban los recaudadores de impuestos, las personas más universalmente detestadas en todo Israel. Eran básicamente renegados y delincuentes, en bancarrota moral, tontos útiles de Roma y enemigos de todo lo santo. De hecho, los recaudadores de impuestos pertenecían a la misma categoría social que las rameras (Mateo 21:31-32) y los borrachos (Lucas 7:34) y la mayoría de ellos se rodeaban de tales personas. Tenían fama de ser no solo deshonestos y crueles, sino también moralmente envilecidos en todas las formas imaginables.

            Los recaudadores de impuestos compraban franquicias de los conquistadores romanos. El acuerdo les obligaba a pagar una cantidad fija a los romanos cada año. Cualquier cosa que recogieran más de esto quedaba para ellos. Las riquezas que acumulaban las obtenían mediante el aprovechamiento injusto de su propio pueblo. Eran miserables traidores a su religión y a su nación, excluidos de toda actividad religiosa y de las relaciones sociales normales. Eran, a los ojos de sus compatriotas, las criaturas más alejadas de Dios, lo más bajo de lo bajo, por completo sin posición social, sin que importara la cantidad de riquezas que pudiera acumular mediante robo y extorción.

 

Su postura.

            El contraste en el comportamiento físico de estos dos hombres es también significativo. El fariseo << puesto en pie, oraba consigo mismo >>  (Lucas 18:11). Estaba bien, incluso normal que permaneciera  erguido. Jesús dijo a sus discípulos: << Y siempre que os pongáis de pie a orar, perdonad >> (Marcos 11:25. Rvr 1977). De pie era y sigue siendo la postura normal para la oración en el Monte del Templo o cerca de él en Jerusalén. Los hombres de Israel acostumbraban a tener los ojos y las manos levantadas hacia el cielo cuando oraban. Se mantenían así, listos para recibir del Señor. Era una postura que significaba tanto alabanza como sumisión.

            Así que a si mismo, el hecho de que el fariseo estuviera de pie no era un problema. Lo que es significativo de su postura es la manera que eligió para posicionarse en lugar distintivo en que sin duda se destacara y estuviera al margen de todos. Jesús menciono esta práctica de los fariseos en Su sermón del Monte” << Y cuando ores, no seas como las hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres >> (Mateo 6:5).

            Este fariseo estaba sin duda en un lugar importante en el patio interior, lo más cerca que podía llegar al lugar santísimo, porque en su propia mente le pertenecía estar ahí. Eso transformo lo que debería haber sido una postura de adoración en un signo de orgullo ostentoso de sí mismo.

            El publicano también se ubico en un lugar aparte, no visiblemente en el centro por donde todos pasaban o en algún pedestal en el patio interior, sino << estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo >> (Lucas 18:13). En otras palabras, el recaudador de impuestos se quedo en el borde exterior de los terrenos del templo. ¿Por qué? Porque él sabía que no merecía estar en la presencia de Dios o incluso ante otros adoradores. Era un paria, no solo de la sociedad, sino más significativamente de Dios. Él lo sabía y se reflejaba en su postura. A diferencia del fariseo no podía ni siquiera alzar los ojos. Estaba abrumado con un profundo sentimiento de culpa, vergüenza intensa y un sentido total de desgracia. Sabía que era indigno, y lo confeso sin ninguna excusa o condición. No hay ni siquiera un indicio de justificación propia. Sintió claramente el peso de su alejamiento de Dios. Todo en su postura lo decía.

            Jesús dice que << se golpeaba el pecho >> (v 13). Orar con la mirada asía abajo y con las manos sobre el pecho era una postura de humildad. Este hombre fue aun mas allá de eso. Sus manos se convirtieron en puños y se golpeaba su propio pecho. El significado de su gesto no necesita explicación. Estaba claramente en un estado de extrema angustia, de duelo por su pecado, lleno de remordimiento, tristeza, vergüenza  y todas las emociones relacionadas. No hay paralelo para esto en el antiguo testamento y solo hay otro lugar en el Nuevo Testamento donde se menciona este gesto. Lo vemos alrededor de la cruz, justo después de que Jesús murió. Lucas 23:48 dice que << toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho >>. Este gesto se menciona en la literatura extra bíblica antigua, pero sobre todo asociado con el dolor de las mujeres.

            Así que aquí está un hombre haciendo un gesto muy inusual que demuestra la angustia extrema. ¿Por qué no algún otro sitio en el cuerpo? Proverbios 4:23 ordena: << Guarda tu corazón; porque de el mana la vida >>. Nuestro verdadero carácter se define por lo que somos por dentro, por el interior de la persona; el asiento de nuestros pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre >> (Marcos 7:21-23). Por supuesto que Jesús no estaba hablando del órgano literal en el pecho. Este es lenguaje figurado. Sin embargo, golpearse el pecho simbolizaba los remordimientos de este hombre por la maldad que había atesorado en su propio corazón. Entendía que << engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso >> (Jeremías 17:9) así que, golpearse el pecho, era una manera vivida de reconocer esto.

 

Sus oraciones.

            Jesús hace esta interesante declaración acerca de la oración del fariseo: El << oraba consigo mismo >> (Lucas 18:11). Esto puede tener dos posibles significados. Podría haber estado orando en forma inaudible (como Ana en 1 Samuel 1:13). Pero este era un fariseo y oraciones silenciosas en un lugar público no eran su estilo. Por otra parte, la elección de Jesús de las palabras, así como el contexto En Lucas 18, parece indicar que el fariseo oraba en voz alta, de manera autocomplaciente, porque se complacía en oírse a si mismo recitar sus propias virtudes en público. En efecto, estaba orando para sí, para acariciar su propio ego, en lugar de realmente hablar con Dios. En el lapso de dos versículos  (vv. 11-12) utiliza el pronombre en primera persona cinco veces. A pesar de que << gracias a Dios >> él es mejor que los demás, no da ninguna alabanza real a Dios. No le pide nada: ni misericordia, ni gracia, ni perdón, ni ayuda. El parece referirse a Dios solo porque esa es la forma en que se supone que las oraciones comiencen:  << Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres…>>

            La única confesión inequívoca del hombre a dios era esta afirmación sobre su propio merito, apuntalada por una recitación de los pecados de los demás. A continuación siguió una enumeración verbal de sus propias buenas obras. Recuerde, el estaba de pie en un lugar importante. Fue sin duda una oración en voz alta, probablemente lo más fuerte que podía hacer sin gritar.

            Y para asegurarse que Dios y todos los demás a su alrededor captaran el mensaje, el fariseo fue lo más especifico posible. Como la gente con justicia propia invariablemente hace, se comparo a sí  mismo con lo peor de lo peor. Menciono específicamente a las personas que roban, las que hacen trampa y las que cometen fornificacion: ladrones, injustos, adúlteros >> (v. 11). Recuerde, estas categorías de pecado se asociaban todas a los publicanos.

            Ya que él estaba dando este resumen de fracasos morales notorios, sus ojos estaban puestos en el recaudador de impuestos. Así lo señalo como la personificación viviente de lo que él, el fariseo, estaba orgulloso de no ser.

            Esta es la detestable justicia propia. El fariseo oraba para sí mismo, mostrando quien era a los demás y olvidándose de Dios. No le pidió nada de Dios. ¿Por qué habría de hacerlo? No podía pensar en nada que le faltaba. El solo quería que la gente tomara nota de lo diferente que era del am ha’aretz.

            Pero este no fue el final de la oración del fariseo. También quería anunciar sus virtudes positivas: << Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano >> (Lucas 18:12). El era, sin duda, uno de los que contaba las semillas para asegurarse que su diezmo fuera preciso. Y en cuanto a su ayuno, la ley del Antiguo Testamento requería solo un ayuno cada año, en preparación para el día de la expiación (Levítico 16:29-31). Pero los fariseos ayunaban todos los lunes y jueves. Ellos creian que podían adquirir más meritos por añadirle a la ley real de Dios un montón de reglas hechas por el hombre, ceremonias y rituales religiosos. Muchas religiones falsas hacen lo mismo, pensando que en realidad pueden hacer algo más que lo que Dios mismo requiere y, por lo tanto, ganar meritos adicionales. Los católicos romanos se refieren a esto como << obras de supererogación >>.

            Pero la única cosa que el fariseo realmente tenía en gran abundancia era su autoestima. Pensaba claramente más alto de si de lo que debía. Aquí es donde el contraste entre él y el publicano es más evidente.

            La oración del publicano era corta y sincera. Era una súplica genuina y urgente a Dios por misericordia. No era una exposición de pasión religiosa artificial para beneficio de los que pasaban por allí. Es evidente la absoluta vergüenza del hombre, tanto por sus palabras como por su postura. Estas son las palabras de un verdadero penitente: << Dios, se propicio a mí, pecador >> (Lucas 18:13). El texto griego original utiliza el articulo definido: << El pecador >>. La expresión es una reminiscencia de lo que el apóstol Pablo expreso en 1 Timoteo 1:15:  <<…pecadores, de los cuales yo soy el primero >>. Este hombre se preocupaba por su propia culpa, no por la de otra persona. Y confiesa su necesidad de gracia, algo a lo que el fariseo no hizo referencia.



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