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Una
lección acerca de
La justificación
por fe.
Pero
cuando se manifestó la bondad de Dios
Nuestro
salvador, y su amor para con los hombres,
Nos
salvo, no por obras de justicia que
Nosotros
hubiéramos hecho,
Sino
por su misericordia y por
El
lavamiento de la generación
Y
por la renovación del Espíritu santo,
El
cual derramo en nosotros abundantemente
Por
Jesucristo nuestro Salvador, para que
Justificados
por su gracia, viniésemos a ser
Herederos
conforme a la esperanza
De
la vida eterna.
----Tito 3:4-7.
Los
fariseos del tiempo de Jesús eran la secta religiosa más estricta y más
influyente en todo Israel. El Nuevo Testamento no los pinta de manera positiva.
Uno de los momentos clave en el ministerio de Juan el Bautista fue su reprensión
impactante de algunos fariseos que vinieron para ser bautizados. Juan se negó
diciéndoles: <<¡Generación de víboras! ¿Quién os enseño a huir de la ira
venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento>> (Mateo 3:7-8; Lucas 3:7-8).
No mucho tiempo después de esto,
Juan el Bautista señalo a Jesús como el verdadero Cordero de Dios (Juan 1:29-30). Como era de esperar,
este respaldo inmediato de Juan no quedo bien con los fariseos. Tan pronto como
se hizo evidente que Jesús estaba ganando más seguidores que Juan, los fariseos
se opusieron a El (Juan 4:1-3). A lo
largo del ministerio terrenal de Jesús, los fariseos eran sus opositores más
visibles e implacables. Los principales fariseos fueron los que en última
instancia iniciaron y planearon la conspiración para matar a Jesús (Juan 11:46-53).
El desprecio de Cristo de parte de
los fariseos continuo incluso después de su resurrección, especialmente
mientras la iglesia primitiva echaba raíces. En hechos 7:58---8:1 se nos dice que Saulo de Tarso superviso la
lapidación del primer mártir cristiano, Esteban. En hechos 26:10 se da entender que la lapidación de Esteban fue solo
el inicio de una campaña brutal de terror que Saulo emprendió contra los
creyentes. Saulo era <> (Hechos 23:6). En otras palabras,
provenía de un linaje de fariseos y fue adiestrado desde su nacimiento en las
doctrinas del fariseísmo, tratando de observar la ley de Moisés durante toda su
vida. Él era el fariseo ideal, <> (Filipenses
3:5-6).
Así que nacido y criado en el
fariseísmo, Saulo se convirtió en una figura destacada en la secta cuando aún
era muy joven. Fue nombrado personalmente por los jefes de los sacerdotes para
hostigar y encarcelar a los primeros cristianos por su fe. Cada vez que los
seguidores de Jesús iban a juicio por su vida ante el consejo judío, Saulo emitía
su voto a favor de la lapidación (Hechos
26:10). El hecho de que tenia voto en el asunto sugiere que el propio Saulo
era para entonces un miembro del Sanedrín. El había llegado a la cima de la
influencia en la secta y la devoción a sus enseñanzas. Su celo inusual por el
fariseísmo se refleja claramente en su odio del cristianismo.
Todo esto, por supuesto, precedió su
famoso encuentro con Cristo en el camino a Damasco, cuando Saulo de Tarso fue
transformado al instante y por completo en el apóstol Pablo. Al dar su
testimonio años después, Pablo dijo que veía como <> (Filipenses 3:8) todos sus esfuerzos
como fariseo para ser justo. La versión Reina – Valera antigua traduce la
palabra más literal y mas vívidamente como <>. Esta era
la evaluación franca de Pablo del fariseísmo, al escribir como un santo
experimentado y un apóstol maduro.
De principio a fin, el Nuevo
Testamento deja claro que el fariseísmo y el cristianismo no se mesclan. De
hecho, ciertos principios fundamentales de la religión y la visión del mundo de
los fariseos son hostiles al mensaje fundamental del evangelio.
Esto no quiere decir que el
fariseísmo es la más extrema perversión de la religión. Lejos de ello, los
fariseos enseñaban mucho que era cierto, debido a que sus creencias estaban
estrechamente ligadas a las Escrituras. Jesús mismo dijo de ellos: <> (Mateo 23:3). A diferencia de tantas
sectas y religiones falsas que son extremadamente poco ortodoxas, abiertamente
diabólicas o despreocupadamente indiferentes a la ley de Dios, los fariseo eran
tradicionalistas e idealistas bien conocidos por su obsesión puntillosa con los
detalles más pequeños de la ley. El fariseísmo sobresale en el Nuevo Testamento
no porque era algo casi inverosímil fruto de la superstición humana extrema,
sino porque representaba la más fácil y sutil manera de apartarse de la verdad
bíblica. Los peligros espirituales encarnados en el fariseísmo pueden ser una
tentación y lazo incluso para el más devoto estudiante de las Escrituras.
¿Por qué era tan mortal esta rama en
particular del judaísmo? Después de todo, los fariseos tenían toda la apariencia de ser campeones de la
justicia. De hecho, las apariencias externas eran las que más les preocupaban.
La idea de la justicia de ellos era principalmente cosmética. Ellos
sobresalieron en ocultar su propia maldad y tapar sus pecados secretos con
obras religiosas, mientras que declamaban apasionadamente en contra de los
pecados más visibles de los demás. Lejos de ser descuidados con respecto a la
ley, hicieron un gran espectáculo de la obediencia a los pequeños puntos de la
ley de una manera exagerada y ostentosa (Mateo
23:5). Su uso de la ley como una excusa por su pecado invirtió todo el
propósito de la ley. Mientras que la ley debía revelar el pecado y mostrar su
pecaminosidad, la utilizaban para ocultar lo que realmente estaba en sus
corazones; y resolvían su propia culpa por la rectitud propia comparándose con
los demás. La sutileza de su error, oscurecida por la pretensión de que estaban
fuertemente comprometidos con la ley de Dios, es lo que hizo de la religión de
ellos algo tan peligroso.
Sin embargo, los fariseos eran de
hecho estudiantes rigurosos del texto bíblico. Algunos elementos nobles y
loables se destacan en sus creencias y enseñanzas. Por ejemplo, se opusieron a
todas las formas paganas de idolatría y estaban decididos a no permitir que su
nación cayera en el tipo de transigencia y decadencia que matizaba la historia
de Israel en el Antiguo Testamento. Era de muchas maneras lo mejor de todas las
sectas del judaísmo del primer siglo.
De manera específica, los fariseos
eran menos místicos y más comprometidos con la práctica de la fe en el mundo
real que los esenios, ascetas que Vivian en grupos comunales. Estaban mucho más
doctrinalmente correctos que los saduceos, quienes eran escépticos acerca de
todo lo sobrenatural (Mateo 22:23;
Hechos 23:8). Ellos no produjeron los extremistas políticos, rufianes,
bandidos y asesinos que surgieron del partido de los zelotes.
Por el contrario, los fariseos eran
tan meticulosos en el cumplimiento de las minucias legales que filtrarían
cuidadosamente cualquier bebida mientras la servían para asegurarse que ningún
mosquito se había metido en el vino mientras era puesto en contacto con el
aire. (Los mosquitos son insectos y por lo tanto contaminaban ceremonialmente.
Ellos cuidadosamente contaban las pequeñas semillas con el fin de asegurarse
que su diezmo era exacto (Lucas 11:42).
Después de todo, Levíticos 27:30
afirma: <>.
Jesús no los reprendió por la obsesión
particular de contar las semillas, colar los mosquitos y otras observancias
insignificantes. Mas bien, Jesús afirmo: <>, pero sin abandonar los principios morales más importantes de la
ley (Mateo 23:23). A pesar de toda
la atención de ellos a los detalles externos de la ley, eran totalmente ajenos
al mensaje central de la ley. Ella debió haberlos humillado mostrándoles la
magnitud de su culpa. En cambio, se convirtió en un asunto de orgullo extremo
para ellos.
Jesús llamo a los fariseos <<¡Guías
ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!>> (v.
24). Los mosquitos por supuesto, son las criaturas más diminutas que se describen
en la ley de Moisés; los camellos son las más grandes. Las figuras evocadas por
las palabras de Jesús provocan una imagen mental de humor, pero su punto era
totalmente serio: todos los exigentes esfuerzos de ellos para mantener las
apariencias no habían disminuido su culpabilidad. Mucho menos habían reducido
la expresión del pecado en sus propios corazones. El les dijo: <
Inmundicia.
Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres,
pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad>> (Mateo 23:27-28). Eran pecadores culpables.
Estaban tan perdidos, depravados y espiritualmente ciegos como las personas
parias e impuras a las que trataban con extremo desprecio. A pesar de su legalismo
bien afinado que oscurecía la maldad de ellos a los ojos humanos, no engañaban
a Dios. La hipocresía de los fariseos era en sí misma un pecado condenable.
Dos hombres en el templo.
A
pesar de lo que ellos pensaban, no había absolutamente ningún valor
justificante en la preocupación de los fariseos con minucias legales. Por el
contrario, su piadosa ostentación en realidad magnificaba su culpabilidad,
mientras que producía una falsa confianza en ellos mismos.
Esta
lección precisa fue el asunto central de la parábola que Jesús narra en Lucas 18:9-14. Esta parábola también se
erige como clara afirmación de los propios labios de nuestro Señor en relación
con el principio de la Reforma de la sola fidelidad, la fe es el único instrumento
de justificación:
A unos que confiaban en sí mismos como
justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
Dos hombres subieron al templo a orar:
uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo
mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos
veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando
lejos no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo: Dios, se propicio a mí, pecador’
Os
digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque
cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será
enaltecido.
Tal como es el caso de muchas de las
historias de nuestro Señor, la parábola no era solo contraria a la intuición,
sino también impactante y vergonzosa para toda norma religiosa de la época. Al
decir que un pecador confeso salió el templo justificado mientras que
esencialmente se considero totalmente sin valor las muchas buenas obras de un
fariseo meticuloso, Jesús se puso a sí mismo en abierta oposición a la teología
de la salvación predominante en el judaísmo. Más que esto, se estableció su
evangelio en contra de la enseñanza de todas las grandes religiones del mundo,
contra toda doctrina que se deriva de la teología natural y contra toda noción
innata del corazón humano caído.
Esta
parábola fue una lección grafica acerca de la gracia hacia los humildes,
cuidadosamente calculada para penetrar el orgullo de la justicia propia de los
fariseos. Como tal, proporciono a los líderes judíos que escuchaban a Jesús una
razón más para rechazarlo. La historia les ofendió, degradando toda su
religión. La gente hoy día que está más preocupada por el protocolo y de no
ofender a nadie podría considerar esto como una forma de discurso de odio. Los
seguidores de los fariseos en la reunión original de Jesús probablemente
consideraron la historia como un sacrilegio. Es probable que la hayan visto
como un descenso de la norma divina. Dar a entender que el más bajo de los
pecadores puede ser justificado, mientras que un líder religioso devoto es
rechazado les sonaba como un ataque completo contra la justicia divina, la ley mosaico
y todas las reglas de la justicia y la piedad. ¿Cómo puede Dios ser justo si El
justifica al impío?
Por
supuesto, esta es la misma pregunta a la que responde el evangelio. Porque Dios
ha proporcionado bondadosamente una expiación mediante la muerte de Cristo, El
es a la vez <>
(Romanos 3:26). <> (1 Juan 1:9, énfasis añadido).
El
problema para los pecadores.
Sin
embargo, es fácil ver por qué la
justificación de los pecadores planteaba un dilema imposible para la gente
antes de la muerte y resurrección de Cristo. Ellos no tenían idea de lo que una
perfecta expiación por el pecado podría ser posible. De hecho, en los términos
de la ley por sí sola, el perdón podría parecer completamente fuera de alcance.
La dificultad comienza con una comprensión
del requerimiento de justicia de la ley. En Levítico 19:2, dios mismo afirma: <>. Por lo tanto, la propia santidad
perfecta de Dios establece la norma jurídica y la exigencia moral para una
buena relación con dios. Jesús reitera el mismo estándar en el Nuevo
Testamento, esta vez con un lenguaje claramente diseñado para subrayar la total
imposibilidad de alcanzar un nivel tan alto. En su Sermón del Monte El declaro:
<< Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos,
no entrareis en el reino de los cielos>> (Mateo 5:20).
Esto fue, sin duda, muy
desconcertante para todos los que escuchaban. No importaba lo que se dijera
acerca de la hipocresía de los fariseos y de la maldad oculta, ellos ya habían
elevado la obediencia a los mandatos externos de ley a un nivel sin
precedentes. Si Dios calificara el comportamiento humano, los fariseos estarían
a la cabeza. Pero Jesús estaba señalando que Dios no ajusta la escala de la
justicia para dar cabida a la insuficiencia humana. Su propia justicia es
perfecta, y rebajar ese nivel incluso un poco con el fin de dar cabida a
nuestro pecado le haría a El impuro.
Así que la justicia que Dios exige
debe exceder aun Lajusticia al parecer superior de los fariseos. ¿Qué
exactamente requiere esto de nosotros? Jesús responde esta pregunta también, y
en términos inequívocos: <> (Mateo 5:48). La verdadera justicia, tal como se define por el
carácter de Dios mismo, exige perfección absoluta y sin transigencia.
Jesucristo mismo es la medida estándar y verdadera de la perfección que El
requiere de nosotros.