Lo que enlaza
estas parábolas.
El impacto
colectivo de estas tres parábolas es un exhortación profunda con respecto a cómo
debemos pensar acerca del retorno de Señor. En la superficie, las tres parábolas
parecen completamente diferentes. Muestran escenarios contrastantes. Una
muestra la necedad de pensar que el Señor no volverá pronto; la siguiente, la
necedad de la presunción de que vendrá de inmediato; y la tercera, la importancia
de ser fiel, sin que medie cuando vaya a regresar.
Pero hay
claras similitudes que unen a las tres parábolas. Las tres hablan de lo
inevitable de la venida del Señor y el juicio inminente. Las tres nos exhortan
a estar listos.
Y las tres
contrastan la fidelidad y la incredulidad; la prudencia y la necedad; el estar
preparado y la indiferencia.
De hecho,
estas particularidades son la características que definen a los cristianos
auténticos de los no creyentes. Nadie en cualquiera de estas parábolas tipifica
a un <> a medias o tibio. Es por eso que el mismo
Jesús descarto la posibilidad de que existan tales personas. En sus propias
palabras: <> (Mateo 12:30).
Una persona no es un verdadero creyente en lo absoluto si él o ella no tienen
una expectativa real del retorno de Cristo, no desea encontrarse con El, no anhela
que El se manifieste. De hecho, las lecciones de estas parábolas son las mismas
lecciones que la gracia salvadora enseña a todo verdadero creyente:
<> (Tito 2:12-13).
Así que las
tres parábolas en conjunto nos dan un mensaje claro y poderoso: << No sabéis
cuando vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al
canto del gallo, o a la mañana>> (Marcos
13:35). <> (Mateo 24:44). Mientras tanto, siga velando, esperando y trabajando
fielmente.
*Los cuatro
primeros capítulos del evangelio de Mateo son introductorios y describen el
nacimiento, el bautismo y la tentación de Jesús. El capitulo 4 culmina con el llamamiento de los discípulos. A continuación,
comenzando con el Sermón del Monte, Mateo empieza a relatar los sucesos del
ministerio público de Cristo.
** La palabra
talento, que significa una habilidad especial o capacidad, en realidad se
deriva de esta parábola. Es una relación apropiada porque todas muestras
aptitudes y facultades se nos dan como una mayordomía del señor, y tenemos el
deber de hacerlas productivas para su gloria.